Light Yagami tiene un ferviente deseo. Regresar a su hogar en el Reino Oriental. Un terrible accidente, un sueño que se repite a menudo y un fulgor rojizo que evitó su muerte... El fuego siempre lo acompañó desde su nacimiento, conduciéndolo en busc...
Con la yema de los dedos acarició la estructura suave y fría del trono, sintiéndose aún como un intruso. Light asintió con la cabeza frente a las palabras de la persona que tenía frente a él, intentando prestar atención a las peticiones de algunos aldeanos que desconfiados, lo informaban sobre los problemas que tenían.
Watari y Roger se mantuvieron junto al Omega en todo momento, intentando asesorarlo con la experiencia propia de los consejeros reales. Light no quería dar un paso en falso, ni emitir juicios contra la gente de Salitre. Se estaba esforzando en ausencia del rey y supuso que eso fue lo que estaba ocasionándole un malestar general, una dolencia física muy extraña que no sabía como catalogar. Iba en aumento y empeoraba con la llegada de la noche, cuando su cuerpo parecía agotar todas sus fuerzas.
―¿Quiere que descansemos, mi señor? ― preguntó Watari, que había notado el comportamiento extraño del muchacho.
―No. Sigamos. No me gustaría que a su regreso Lawliet encontrase el reino sumido en un pequeño caos ― sonrió con dificultad, llevándose los dedos a la frente para masajear unos segundos. Esperando así que el dolor remitiese.
Lawliet confiaba ciegamente en sus acciones, por lo que Light no se perdonaría el no escuchar hasta la última palabra de la gente que tanto amaba su rey. Ya descansaría cuando llegase el anochecer.
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Las tierras exiliadas se sumían en una oscuridad casi total. La zona se encontraba en un acceso difícil a pie, donde los frondosos y oscuros bosques impedían el paso de la luz. Allí todo tenía un aspecto fantasmal y triste, el frío que calaba en cada hueso, en cada fibra de piel y en cada humano ajeno a esa temperatura tan hostil. Lawliet tuvo suerte de que Beyond ya hubiese vaticinado aquel clima, puesto que era conocedor de los terrenos. Su hogar en el norte no era muy diferente.
El guerrero extendió la mano, pidiendo prudencia a su hermano.
―Detente, hermano. Camina despacio, a mi lado. Ellos podrían estar observando ― susurró, satisfecho cuando Lawliet obedeció cada una de sus palabras.
El rey de Salitre se abrigó más entre la gruesa capa que vestía, hundiendo el rostro en el pelaje animal que rodeaba su cuello.
―¿Ellos? ― preguntó, bajando el tono de su voz cuando Beyond le hizo una señal con los dedos, pidiéndole silencio.
Ambos se detuvieron en mitad del camino, donde la hierba oscura casi les rodeaba las piernas. El bosque pareció sisear, molesto por aquella presencia. Como si la visita de dos desconocidos no fuese bien recibida.
―Los exiliados son diferentes a nosotros ― siseó Beyond, apretando los dientes. Aún recordaba como aquella gente intentó arrebatarle el norte. ¿Seguirían aún al mismo líder?
Lawliet asintió sin decir palabra, su comportamiento se volvió más cauteloso cuando retomaron el camino de sus pasos. Miró hacia ambas direcciones, quizás buscando alguna señal de civilización. ¿Vivían entre los bosques? ¿Bajo el manto del frío?
