Light Yagami tiene un ferviente deseo. Regresar a su hogar en el Reino Oriental. Un terrible accidente, un sueño que se repite a menudo y un fulgor rojizo que evitó su muerte... El fuego siempre lo acompañó desde su nacimiento, conduciéndolo en busc...
Beyond acarició el plumaje de Kaos, aprovechando la tranquilidad del animal sobre la arena de la playa. Parecía que su amigo alado se había acostumbrado bien al reino de Salitre, a pesar de que al principio se mantuvo en una alerta constante.
El sol había caído desde el horizonte, dando paso a un anochecer fresco y precioso que acompañaba muy bien todo el ambiente del festival. Quedaban pocos días para que llegase a su fin, pero los aldeanos estaban disfrutando hasta el más mínimo detalle. Se habían llevado a cabo cacerías, espectáculos marinos y un sin fin de banquetes con los que demostraron que allí en Salitre podían aprovechar muy bien todos los ingredientes naturales que el propio reino les proporcionaba.
Deslizó las manos hacia el poderoso pico del pájaro, sin miedo alguno a recibir algún tipo de ataque por su parte. Kaosjamás se había mostrado agresivo con él y eso lo hacía sentir orgulloso. Los pensamientos sobre el supuesto elemento que portaba en su propia naturaleza lo inquietaron. Miró la superficie de la playa, abriendo la palma de la mano y descendiendo en el aire hasta colocarla a una distancia prudencial de una pequeña piedra marina que estaba enterrada en la arena. Se sintió un poco idiota cuando frunció el ceño y se concentró en intentar moverla con la fuerza del aire. Como si fuese tan sencillo hacer algo así.
―¿El aire, eh? ― susurró para si mismo, provocando que Kaos emitiese un pequeño graznido.
Sonrió y palmeó el ala del cuervo antes de caminar de vuelta hacia el castillo. Lawliet y él partirían hacia los terrenos de los exiliados en cuanto llegase el amanecer, tras haber meditado con calma la ruta a seguir. Tomarían un camino por aire, desviándose hacia las montañas más altas de la región allí donde Kaospudiese volar sin llamar mucho la atención.
Si el viaje hubiese sido hace algunas semanas, al norteño no le habría provocado la sensación de desazón que tenía en aquel momento. Sabía que era debido a la noticia del embarazo de Mello, pues la situación cambiaba al saber que el rubio llevaba en el vientre a su cachorro. El haber perdido a su familia en el ataque oriental lo había convertido en un Alfa mucho más protector, con miedo a perder también aquello que formaría parte de su nuevo futuro.
Presto, se dirigió sin demora al dormitorio del Omega, pues fue el propio Mello el que sin necesidad de palabras le hizo saber que necesitaba protección y cariño. Beyond se tomó la libertad de instalarse junto a él, acurrucándose a su lado durante la noche y enredándose con amor bajo las pieles. Era una sensación reconfortante y placentera, el sentir que de nuevo tenía gente a la que proteger.
No iba a permitir que una guerra se los arrebatase.
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Glen y Connor se mantuvieron a una distancia prudencial de la playa, sentados en una zona rocosa donde la espuma de mar bañaba la superficie fría con la fuerza de la brisa marina. Ninguno de los dos había hablado desde hacía un buen rato, atentos al comportamiento de los aldeanos. Que ignorantes les parecieron, disfrutando de su pequeña festividad y riendo con los más que familiares norteños que se habían ganado el corazón de cada uno de ellos. Esto era algo que muchos no toleraban, pero guardaban silencio por respeto a las decisiones de su rey. Incluso con eso, como en cualquier reino, siempre había ovejas negras.
