Se miró al espejo grande y circular que tenía en el dormitorio, extendiendo los brazos para que una de las doncellas le colocase como era debido los brazaletes con grabados en ambas muñecas, haciendo que las mangas de su camisa formasen finos y delicados pliegues. Había optado por unos pantalones ceñidos en color negro, elegantes aunque sin dejar de ser algo informales. No se requería una audiencia con él todos los días.
A sus oídos habían llegado los rumores del extranjero que embarcó junto a sus hombres, con la exigencia de llegar hasta su reino costase lo que costase. Que fuese un Omega había despertado su curiosidad. Ni Mello ni Matt habían querido darle más detalles, repitiéndole que era mejor que lo viese por sí mismo.
La profecía del Oráculo se repetía en su cabeza una y otra vez.
―¿Desea algo más, mi rey?
―Suficiente, gracias. Tan solo encárgate de avisar al consejo real para que vayan tomando asiento en la sala del trono. Iré enseguida ― sonrió, haciendo sonrojar a la muchacha, que se despidió de su rey con una reverencia.
Cuando lo dejó a solas en la estancia, Lawliet se sentó al borde de la cama para atarse los cordones de las gruesas botas que se había calzado. Mientras lo hacía, no pudo dejar de pensar en si aquel Omega habría estado cómodo en su castillo. A pesar de no llevar más de un medio día de descanso esperaba que el recibimiento hubiese sido grato, pues le gustaba mantener su estatus de buen anfitrión. No iba a negar que saber que había estado durmiendo a una torre de distancia, lo tenía más que inquieto.
Salió de sus aposentos y fue escoltado por dos de sus soldados, que aunque innecesarios, no podía arriesgarse frente a un extraño llegado de tierras lejanas. No todos los días ocurría algo así, y mucho menos, no todos los días sus propios hombres tomaban la decisión de llevar en el barco a una persona ajena al reino. Quizás por eso había aceptado aquella audiencia. Lawliet confiaba ciegamente en su gente, y si ellos habían visto algo especial en el Omega él quería averiguar que era.
Cruzaron los patios exteriores, caminando sobre aquellos tramos de fina piedra que los guiaban hasta la sala del trono. Incluso antes de llegar, Lawliet pudo escuchar el revuelo de sus hombres ahí dentro. Había mandado llamar a Mello y Matt para que estuviesen presentes, necesitando su testimonio por si la duda o la veracidad del relato extranjero no lo convencía del todo.
―¿Dónde está? ― dijo, nada más poner un pie en la enorme sala del trono.
Watari le hizo un leve gesto con la cabeza, reprochándole sin decir nada aquel comportamiento de niño impaciente.
―Aún no ha llegado, mi rey. Debe de estar a punto ― dijo el viejo, señalando el trono que se alzaba sobre una pequeña escalinata de mármol.
Era una construcción maravillosa. De un material blanco hueso, con terminaciones curvas y algunos apliques en colores que se asemejaban al rubí y los zafiros. A pesar de estar dañado en alguna de sus esquinas, se mantenía tan majestuoso como antaño cuando su padre reinaba sobre los hombres.
Tomó asiento, inquieto y con montón de sentimientos encontrados en su interior. Por un lado, la emoción de saber si la profecía del Oráculo tendría algo que ver con esta llegada; mientras que por otro, el miedo, la sensación del ardor que el fuego causaba en sus sueños y el no saber aún el motivo de aquella visita. Se removió, posando los brazos extendidos a ambos lados de su trono y esperando en silencio la llegada del Omega.
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⸎ Elementales ⸎ (Death Note Yaoi AU- Omegaverse - Fantasía)
FanfictionLight Yagami tiene un ferviente deseo. Regresar a su hogar en el Reino Oriental. Un terrible accidente, un sueño que se repite a menudo y un fulgor rojizo que evitó su muerte... El fuego siempre lo acompañó desde su nacimiento, conduciéndolo en busc...