Capítulo 7

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El pequeño rancho dejó de serlo conforme avanzábamos hacia él. Si hubiera tenido que decir algo sobre él, hubiera dicho que era una cabaña que poco tenía que ver con las casas de Civitas, a pesar de estar construida con los mismos materiales. Además, su techo estaba cubierto casi totalmente por las mismas placas brillantes que habíamos visto en la camioneta.

El área era un predio marcado con tranqueras sencillas, parecidas a las de la Escuela de las Convenciones, sólo que en lugar de ser de madera fina y acero, eran de troncos caídos y barro.

Junto a la cabaña había una pequeña laguna que había sido conducida por las piedras hasta un desnivel, provocando así una cascada que bifurcaba en hilos transparentes que se perdían entre los árboles del bosque. Además, se escuchaba el sonido de un chapotear constante justo detrás, donde suponía que debía haber un molino de agua.

La luz del sol sólo llegaba desde un costado, donde un enorme árbol caído había cedido espacio al cielo. Del otro lado de la cabaña había un pequeño ático, y junto a éste estaba la camioneta que habíamos visto pasar por la carretera.

Subimos los tres escalones hacia el pequeño porche de la cabaña, donde había una pequeña mesa y una silla reclinada. Entonces el enorme perro negro se levantó de su siesta y comenzó a lanzar ladridos profundos y gruesos, casi tanto como la voz de su dueño.
Abrió la puerta y la calidez nos atontó. Había fuego ardiendo y un enorme ventanal de vidrios de colores ocupando casi toda la pared trasera de la sala, donde había una puerta hacia el jardín, desde donde se podía ver la rueda girando y levantando el agua.

La cocina estaba integrada al comedor, y a un costado junto al baño, había una puerta abierta que dejaba entrever varias camas.

Sonreí al percatarme de la escalera, que se parecía demasiado a la de mi habitación en Civitas. Ésta se dirigía a un entrepiso, donde suponía que debía dormir el joven.

Recorrí con la mirada las paredes repletas de adornos, mientras una radio sonaba de fondo con una melodía bastante arrítmica. En un costado había una estantería repleta de libros, y en el techo los troncos de madera cruzaban de lado a lado.

Era la impronta del bosque otoñal.

Antes de hacer cualquier otra cosa, como suponíamos, vació ambas mochilas en la mesa y comprobó que nos encontráramos desarmados. Sacó los dos cuchillos de puño que teníamos y los dejó en la cocina, encontró las dos granadas y las metió en una gran caja de seguridad de la que no nos habíamos percatado. Luego sirvió dos whiskys y nos señaló los sillones. Nos entregó los vasos y se puso a hablar.
—Mi nombre es Theo. Ésta es mi casa, cuido el bosque y usualmente ayudo a personas como ustedes. Thomas y... Annabeth.
Asentí.
—Están en una las llamadas Comunidades Autosustentables del mundo. Es decir, no aquí —dijo señalando el suelo—, sino dentro del área.
— ¿Y dónde estamos exactamente? —preguntó Thomas.
—América del Sur. Ex Argentina.

Justo en ese momento Wobe le dio el primer sorbo al whisky.
Al quedarnos en silencio, Theo continuó.
—En la Comunidad les explicarán en qué consiste nuestra forma de vida, así como también qué pasó luego de la creación de Genux y las otras "Cápsulas", como les decimos aquí...
—Espera —dije —. ¿Hay más lugares como Genux?
—Ya no quedan muchos. Tres o cuatro a lo largo y ancho del mundo.

Entonces Thomas le dio otro sorbo al vaso.
— ¿Sabían sobre Genux? —pregunté pero no esperaba una respuesta.
Él pareció extrañarse con mi pregunta-que-no-necesitaba-respuesta.
— ¿A qué te refieres?
—Me refiero a que siempre supieron que estábamos allí, y simplemente lo... ignoraron.

Algo me subió por la garganta y no tenía claro si era el whisky que acababa de tomar, o la furia del momento.

—Nos encargamos de quienes logran salir —se limitó a contestar.
—Entonces aquí vienen los subversivos... —dije.
Negó frunciendo los labios bajo la barba.
—No, sólo algunos llegan aquí.
— ¿Y el resto? —atropellé mis palabras, y noté que mis mejillas se encendían al intentar disimular el picor del whisky.
Elioth puede estar aquí. Di otro sorbo al vaso.

—Deberían descansar, en unas horas anochecerá y por la mañana conocerán la Comunidad.
Thomas chasqueó la lengua y sonrió cerrando los ojos, luego se apoyó en su rodilla y se acercó a Theo.
—Verás, colega. No creo que puedas llegar a negociar con ella, así que ahórratelo y llévanos a tu Comunidad.

Caí en la cuenta que Thomas estaba proyectando en mí lo que a él le pasaba. Estaba claro que se moría por dejar inconsciente a nuestro anfitrión y encontrar la manera de llegar a la Comunidad Autosustentable por su cuenta.

Observé a Theo. No podíamos ganarnos otro enemigo.
—El protocolo... —comenzó él.
—Iremos mañana —interrumpí y Thomas me echó una mirada.
Rendido se dejó caer en el respaldo del sillón.
—Como digas —dijo y levantó la copa en mi honor.

Pasamos el resto de la tarde separados. Sorprendentemente, Theo dejó que Thomas y yo nos asentáramos en la cabaña sin siquiera husmear. Aquello no me relajaba sino que, al contrario, me hacía sentir más observada que nunca. Para aquellas alturas, el guardián del bosque habría avisado a la Comunidad Autosustentable de nuestra mágica llegada, y sus habitantes podrían estar planeando una fiesta de bienvenida en un par de celdas relucientes.

Thomas tomó su segundo vaso de whisky después de la cena, y tan pronto como apoyó la cabeza en la almohada, cayó en el sueño más profundo de todos. Qué envidia.

Observándolo desde mi litera, resolví que debería haber hecho lo mismo que él: desactivar mis pensamientos con un vaso de alcohol. Sin embargo, no había podido permitírmelo.

Segundos antes de dormirme, mi mente paseó por los temas de siempre, sólo que de una manera diferente. No había más que preguntas. ¿Y si Elioth no se encontraba en la Comunidad? Debería seguir viaje. Sola. ¿Por qué Theo había decidido bajar el arma al encontrarnos? ¿Por qué había un protocolo?

Mi madre, Helen, Moro, Donald...

La voz de mi padre resonó como un eco: "Los miedos existen sólo en tu cabeza. Cuando tengas miedo, ahuyéntalo recordando por qué estas tomando el riesgo. Y convéncete de que te lo vale.".

Sí que lo vale, Papá...

EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora