Capítulo 30

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— ¿Qué demonios acaba de pasar? —susurré al salir de la casa.

Theo se acercó a mí mientras paseábamos entre las calles; en las laterales podíamos ver grupos de personas reunidas, algunos nos miraban y otros pasaban de nosotros.

Nos sentamos en una de las esquinas mientras el cielo se ennegrecía.
—Dormías cuando me llevaron a esa casa —dijo.
—Deberías haberme despertado.
—Me hicieron algunas preguntas, diferentes a las que te hicieron a ti, pero tampoco contesté. Después me explicaron en rasgos generales lo que saben sobre este lugar, en realidad, hablaron de aquello que dedujeron. Nadie aquí recuerda absolutamente nada, Annie, no recuerdan cómo llegaron, cómo son sus nombres, cómo eran sus vidas...

La información cayó como una bomba en mi cerebro.
—Pero no puede ser...

No podía ser.

—Tampoco entiendo en profundidad cómo es eso posible, sé que muchas de las características que conozco de los exiliados tienen sentido incluyendo ese factor. Cada una de las veces que me enfrenté a uno de ellos, me vi obligado a desenfundar mis armas para defenderme de su histeria y locura. Sin embargo, no actúan de esa forma aquí.
— ¿Qué quieres decir?
—Los ancianos de la casa afirmaron que no pueden alejarse los uno de los otros. Por esa razón no se comportan como histéricos aquí, porque estando unidos es diferente, como si...
—Pertenecieran.
Asintió.

Entonces sentí un pellizco en el estómago. Elioth.

— ¿Qué más dijeron?
Él se detuvo al ver que unos cuantos nos observaban desde la esquina contraria, aunque sólo nos lanzaban miradas indiferentes.
—Entienden que fueron expulsados de algún lugar, pero no saben de dónde, ni cómo, ni por qué...

Todo esto es una completa locura.

Mónaco y sus lacayos no sólo habían expulsado a los subversivos de Genux, sino que habían encontrado la manera de sustraerles la identidad.

¿Cómo lo hicieron?

Lo más asombroso era que se habían encargado de mantener determinados aprendizajes allí dentro, puesto que todas las personas que en ese momento se encontraban sentados en la calle (riendo, golpeándose y tomando), sabían cómo comunicarse, cómo comer, cómo beber. Incluso sabían cosas como las que el anciano lampiño había dicho del nombre Harper.

Supuse entonces que el Epicentro no había tenido en cuenta que aquello que les habían hecho a esas personas, serviría para unirlas a pesar de todo. El objetivo más obvio de todo ello era que esperaban exiliar a las personas sin que pudieran encontrar el camino a casa y así murieran en las afueras. Pero por alguna razón aquello no había pasado.

Habían logrado reunir a todos los rebeldes; crear un pueblo sin historia.

—Tienen que saberlo...
—No vamos a decirles quienes somos —afirmó él.
— ¿Por qué? Tal vez podamos ayudar a encontrar la solución a lo que les pasa.
—Al niño le costó varios días de internación, Annabeth, imagina lo que pueden hacernos a nosotros dos. Nadie sabe que estamos aquí.

Thomas. Thomas lo notará y vendrá.

—Es una locura —concluyó Theo.
—Sí... Este lugar es una bomba latiendo.

Un silencio se hizo y sentí la bomba latir bajo mis pies.
— ¿Qué harás si tu amigo no recuerda?

¿Qué harás, Annabeth, si Elioth no te atacó para salvarte, sino porque no te recuerda?

La pregunta quedó flotando en aire. Fruncí los labios y miré el cielo nublado.
—No lo sé.

EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora