Capítulo 32

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MORO

Camino al campamento resolví que no debía dejar que Thomas me tratase como se le diera la gana. Me repetí una y otra vez que él no tenía ni la más remota idea de cómo había sido perder a Elioth. Él no había estado en nuestro silencio, nuestro duelo. No sabía lo que había sido pensar a Elioth muerto; porque claro, todos intentábamos convencernos de que se encontraría perdido por allí, o que aparecería luego de algunos días; pero pasaban las semanas y él seguía apartado, desaparecido.

Thomas no había estado en nuestro quiebre luego de la desaparición de Elioth, no había visto cómo cinco amigos que eran casi como hermanos habían decidido alejarse. No había estado en la habitación de Annie compartiendo su negación y sufrimiento junto a ella.

El amor que siente Annabeth por Elioth es diferente. Y yo no tenía el derecho a ocultar nada. Había sido ella quien había hecho estallar el cielo y la tierra para encontrarlo.

—Allí está la camioneta —dijo Ella.
Giró el volante y estacionó cerca de allí, exactamente a unos menos de la camioneta de Theo.

Caminamos hasta la casilla, que en realidad estaba escondida por la naturaleza. Parecía formar parte del bosque, los árboles cruzaban sobre ella de tal manera que la vegetación camuflaba la madera. Entramos y claro, el salón estaba vacío.
—Busquen algo, tal vez hayan dejado...
— ¿Pistas? Mi querida, si Annabeth y el ermitaño se encuentran allí —dijo Thomas señalando el ventanal que daba hacia el campamento —, entonces olvídate de buscar algo. No perderían tiempo aquí.

Justo en el momento que el Gigante Corazón de Piedra volteó, Ella hizo una mueca y puso los ojos en blanco. Le sonreí mientras simulaba un arma con los dedos y le disparaba balas imaginarias a Thomas por la espalda.

La casilla me había recordado demasiado a las casas de Genux, sólo que aquellas se alzaban al cielo, en vez de estar entre árboles y al borde de una cornisa escondida entre la vegetación.

Ella comenzó a revolver una estantería, mientras Thomas estaba con los ojos puestos en el mirador, espiando el campamento de un lado al otro.
— ¿Qué buscas?
—Por aquí había algo... —dijo sacando una caja y revisándola — Cuando salía con Henry, él me enseñó algo que podía...

Sacudió una caja en su oreja y la dejó a un costado, sacó un par de baratijas viejas de la estantería y tomó otra caja que estaba medio escondida.
—Eureka.

Thomas se volteó.
— ¿Qué tienes?

Ella sacó algo redondo y negro de la caja, con un vidrio en el centro y varias perillas. Luego de buscar entre los papeles que había, encontró lo que quería: una pequeña llave plateada.

Se acercó a una de las esquinas y abrió una puerta pequeña de metal que había en la pared. Después de descubrir la manija que daba vida a una correa enrollada, comenzó a moverla y de nuestras cabezas se abrió una trampilla.

Ninguno de los dos había prestado atención a ello antes, por lo que luego de desenrollar la correa con la manija, Ella se abrió paso y estiró la escalera hasta el suelo.

Thomas subió primero, pero antes de pisar el escalón, Ella me chistó desde el ventanal.
—Súbelo con cuidado —me ordenó, alcanzándome el telescopio.
—Oye —le dije a Thomas, quien se asomó de inmediato y lo tomó.

Una vez en el techo, descubrimos que había como una especie de entrepiso muy alto al cual se accedía desde una escalera caracol. Era evidente que el entrepiso servía para tener un mejor panorama del campamento y que, el lente redondo que había sacado Ella de la caja, era para aumentar la visión del telescopio.

Thomas se tardó unos minutos en encontrar lo que buscaba.
—Bueno, debo decir que ese atuendo no le queda excepcional...

Me permitió husmear por la mirilla y entonces encontré a Annie junto a Teo, caminando entre las personas, vestidos con harapos. Los seguí con el telescopio hasta que entraron hasta una de las carpas de escombros.

¿Cómo caminan tan tranquilos estando rodeado de salvajes? ¿Por qué ellos no les hacen nada?

—Dime qué hiciste —dijo Thomas.
— ¿Cómo?
—Cuando estuviste allí —dijo sentado con la espalda en los tablones que hacían de barrera —, ¿qué hiciste para que te tomaran como prisionero?
—Nada —dije negando.

Él me miró fijo, levantando sus cejas. Se acomodó los enormes bucles detrás de su oreja y repitió la pregunta.

—Nada, ellos me encontraron. De principio me trataron bien, pero después de mencionar a Annie y a ti, me ataron al poste. Me hacían preguntas y yo las contestaba, no sabía dónde estaba, pero les conté a grandes rasgos cómo había logrado salir. Me daban pan y agua una vez al día, no dejaban que viera a nadie más; sólo hablaba con las mismas personas que venían a hacerme preguntas, una y otra vez. Cuando comencé a sentirme realmente mal, dejé de contestar y ellos dejaron de alimentarme. No sé, actuaban como locos cada vez que venían a verme.

Thomas se quedó pensando.
—Tenemos que sacar a Annie de ahí.
—Oh no, es evidente que la chica tiene un plan. No sé cómo demonios lo ha hecho, pero si puede pasearse tan tranquila por esas calles, entonces no creo que necesite nuestra ayuda.

Él se levantó y lo tomé por el brazo.
—No hablas en serio.
—Claro que sí —dijo tomando mi mano entre su dedo índice y su dedo gordo—, bastará con llegar a ella para comprobar mi teoría.

Thomas me lanzó una de sus medias sonrisas de suficiencia y se dio vuelta para bajar en pasos cortos pero veloces la escalera caracol. Lo seguí y volví a alcanzarlo.
—Hay que convencerla de que salga, que encuentre a Elioth y que vuelva, si los descubren...
—Lo sabe, niño. Annabeth sabe todos y cada uno de los riesgos y aún así los toma. Sólo tenemos que entrar al pueblo de locos para preguntarle qué demonios hace.

Ella entró a la habitación justo detrás de mí.
—Pero no pueden quedarse allí, en la Comunidad se darán cuenta.

Ambos permanecimos en silencio. Parecía que ninguno tenía la respuesta para aquella objeción, puesto que en cuanto los miembros de la Comunidad se percatasen de la falta de Annie y Theo, entonces todo se vendría a pique. La Comunidad nos expulsaría, con suerte Ella lograría permanecer y quedaríamos a la deriva por romper las reglas.

Al menos, aquella era la primera imagen que aparecía en mi mente al pensar en ello.

Al diablo con esa imagen.

EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora