Capítulo 4

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La caminata para descender resultó más ardua que la que habíamos hecho, incluso después de haber descansado y de haber tenido la posibilidad de comer algunos frutos secos.

Simplemente nos dejábamos llevar por los espacios transitables que había entre los árboles. La luz no llegaba al piso debido a la inmensa altura de estos; razón por la cual no había arbustos vivos, sino rocas y ramas. Era un tramo de sombra, donde el ejército que formaba el bosque se acomodaba en disposición al sol, y las rocas creaban pequeños acantilados.

—Mira eso —dijo Thomas pasmado.
A unos cuantos metros, había un pequeño barranco con un barandal de maderas colocadas de forma intencional. A unos cuantos metros nos percatamos de que era una especie de mirador; un poco descuidado pero con una vista verdaderamente espectacular. Escondido entre restos de árboles caídos se encontraba un sendero zigzagueante.
—Mejor volvamos al camino... —sugerí al ver cómo Thomas traspasaba la primera rama.
—Nadie ha pisado este sendero en años, Annabeth, míralo. Con suerte llegaremos a un parador. Veremos lo que hay allí.
—Perderemos la carretera —dije.
Me miró. Pesaba más haber encontrado el sendero.

Tal y como lo había afirmado, a tan solo unos quince o veinte minutos de sendero encontramos una pequeña tienda/comedor. Obviamente las ventanas estaban rotas y algunas paredes ya no existían; el agua estancada y las plantas se habían colado en el interior hasta romper el suelo y adueñarse de los restos.

Continuamos por el sendero hasta verlo fundirse en una carretera de tierra algo más grande: la misma por la que habíamos visto andar la camioneta. Entonces, al cruzar por entre los árboles una gran curva apareció lo que buscábamos.

A lo lejos y en un terreno bastante grande emergía un rancho refaccionado.
—Parece la casa de un ermitaño —comentó él.
Comenzó a avanzar y lo tomé del brazo.
— ¿Qué haces?
—Seguir el plan. Voy a hacer amistades.

De repente me arrepentí de haber sugerido tremenda estupidez.

—Te plantarán dos tiros en la nuca: el primero por ser irónico y el segundo por ser engreído.
—Gracias, cariño.
Sonrió con suficiencia forzada.
—Primero asegurémonos de...

El sonido de carga del cartucho sonó por detrás y Thomas palideció al observar más allá de mí.


EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora