EXILIADOS #2

Capítulo 33

MORO

Permanecí observando una de las esquinas de la casilla al mismo tiempo que pensaba qué haría en el caso de no poder volver a Genux. Lo único que tenía claro era que necesitábamos encontrar la manera de no cagar nuestra buena relación con la Comunidad, puesto que sin ellos sería complicado llevar a cabo cualquiera de nuestros planes.

Si tuviéramos al menos uno...

No podía dejar de pensar en Helen.

El día que mis padres me dieron a elegir entre la familia o Helen (y todo lo demás ), dudé. Dudé como nunca, pero tomé la mejor decisión de todas. Sabía que mi familia estaba soltando mi mano, ellos estaban haciéndome elegir para entonces tener una buena excusa para olvidarse de mí; librarse de mí.

Helen estuvo allí para mí sin importar qué; ella no pidió nada a cambio, no puso condiciones. Mi familia me había puesto al borde, mis padres habían amenazado con dejarme sin hogar, quitarme el apellido y hasta entregarme a los Oficiales.

Mi familia me había dado la espalda todas y cada una de las veces que había preguntado por qué. Por qué no podía seguir viendo a mis amigos, por qué no podía ver a mi novia. Por qué no podía negarme a establecer relaciones con personas por conveniencia, por qué la gente que desaparecía a nuestro alrededor tenía la culpa de su propia desaparición. Por qué.

La única respuesta fue el desprecio. Mis padres me rechazaban y mi hermano era un traidor.

Helen conservó entre sus manos una pequeña parte de mi esencia, la cuidó de mí y de todo lo que me rodeaba. Si no hubiera sido por ella, en este momento sería esa persona despreciable que mis padres esperaban que fuera y que yo nunca había querido ser. Gracias a Helen entendí que yo no era quien se estaba equivocando.

Y yo. Yo me fui del túnel sin antes despertarla.

Yo la dejé escuchando la interminable transmisión de una radio oxidada.

Una radio como la que estaba en aquella misma esquina marchita de la casilla, pudriéndose entre telas de araña. Me acerqué y toqué el botón. La lluvia de la transmisión me transportó al túnel por una milésima de segundo.
—Apaga eso —exigió Thomas.
— ¿A cuántos kilómetros estamos de Genux? —le pregunté a Ella.

Ambos me observaron estirar la antena del aparato.