Capítulo 15

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MORO

Romeo abrió la puerta de un tirón. Se rió de mí justo después de que saltara de mi asiento, apuntando con el rifle con cierta inseguridad.
—No duermas en hora de guardia —me reprochó y palmeó mi cabeza.
—Estaba descansando los párpados —protesté acomodando el arma a un costado.
—Mary cuida a Donald, Helen vigila un extremo, el perro acompaña a Helen y tú controlas esta parte... Amigo, así trabaja un equipo.

Seguí a Romeo por el túnel sin preocuparme por esquivar los pequeños charcos de agua turbia. De vez en vez, me desviaba del centro para patear las piedras con musco atoradas en los bordes.
—Estuve pensando que quizás podríamos encargarle al perro uno de los extremos. Una o dos veces a la semana... —sugerí.
—Teniendo en cuenta tu puntería, creo que sería una buena decisión —balanceó su cabeza —. Además, Morita, tienes puesto el seguro.
Aminoré el paso para comprobarlo.
—Lo sabía —balbuceé.
Hubiera podido jurar que lo oí sonreírse en la oscuridad.

Romeo cargaba en su gran espalda una bolsa llena de provisiones y cosas que usaríamos los días siguientes. Llevábamos más de dos semanas viviendo en uno de los túneles que Thomas y Annie habían marcado en el mapa. En realidad, al llegar aquí nos habíamos percatado de que se trataba de una súper-alcantarilla reformada y adaptada para subversivos.

Luego de que los Oficiales explotaran nuestro refugio la noche que Annabeth y Thomas salieron de Genux, nos habíamos instalado allí.

Los primeros tres días habían sido un verdadero infierno, sí que sí. Entonces Marco y Romeo comenzaron sus expediciones al mercado y los suburbios, y Helen encontró una puerta mientras exploraba el túnel. Ésta llevaba a una habitación que (evidentemente) había sido utilizado por subversivos. Había literas oxidadas, una mesa decrépita e incluso la instalación de un baño improvisado.

— ¿Cómo amaneció? —Romeo me hacía la misma pregunta cada tarde, todos los días.
Suponía que no quería preguntarlo delante de él, lo que dejaba entrever una relación bastante fraternal.
Donald había sufrido conmociones en todo el cuerpo al salir del Epicentro, justo después de que lo arrestaran y Romeo se hubiera visto obligado a explotar varias paredes para sacarlo de allí. A pesar su lento camino a la buena salud, considerábamos que era un verdadero afortunado de la vida.

—Igual. No puede levantarse aún.
Romeo resopló y abrió la puerta para entrar a la habitación.

La débil lámpara iluminaba el lugar. Mary se encontraba leyendo el panfleto de las noticias junto a Donald, que estaba recostado en la litera más mullida prestando atención a cada una de sus palabras.
—Aquí tienen el de hoy —anunció Romeo y vació las provisiones sobre la mesa.
—Lee la portada en voz alta, Mary —pedí.

En la portada siempre estaba lo que nos interesaba. Nosotros.
—"Continúa la búsqueda de los subversivos involucrados en los incidentes de semanas anteriores" —leyó.
Las vigas de la sombría habitación comenzaron a temblar, y el espejo roto que había a un costado tiritó de forma inquietante. Otro camión.

Justo después, Romeo comenzó a hablar al mismo tiempo que meneaba su cabeza con fervor.
—Están intentando que los habitantes piensen que todo se reduce a eso: un grupo de locos rebeldes —se indignó.
—No te preocupes, hijo —dijo Donald y respiró —. Muchas personas comprenden que... —tosió — que el problema es más grande que nosotros.
—Claro que lo comprenden, pero negarlo es casi lo mismo que si no lo supieran —replicó.

La mañana siguiente a la noche que todo estalló, supimos que los disturbios subversivos habían sido mucho más graves de lo que imaginábamos. Miles de rebeldes habían tomado las calles, llenándolas de inscripciones de la Edad Negra y destruyendo gran parte del mercado.

EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora