Capítulo 20

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Hacía tres días que Moro se encontraba internado en una de las salas de emergencia. Al llegar a la Comunidad aquella misma noche, lo habíamos llevado (semi-inconsciente) a que le dieran de comer y de beber.

Los médicos se habían alarmado al verlo entrar, sin embargo, todo se calmó cuando lograron estabilizarlo mediante una sonda. Lo alimentaron y rehidrataron. Curaron sus heridas superficiales y le dieron vitaminas.

Unas veinte horas después, Moro se sentía apto para abandonar el lugar.

Unas cuarenta y ocho horas después, Moro se sentía ansioso por abandonar el lugar.

Setenta y dos horas después, mantener a Moro en emergencias resultaba imposible.
— ¡El suero, Moro! Deja de mover el brazo.
Arrebató el vaso de agua que tenía en mi mano y tomó un par de sorbos. Entonces la goma del suero comenzó a teñirse de rojo.
—Ay, no. Espera, no te muevas...
—No pasa nada —dijo Ella y se abrió paso hasta la cama.

Ella tocó el tubo y presionó un plástico en la muñeca de Moro hasta que la manguera se limpió casi por completo.
—Todo está bien. Estoy bien —alardeó él.
Le hice una mueca. Él me devolvió la burla.

Las personas de la Comunidad (Denis, Ximena y otros) se habían presentado en la habitación de Moro hacía unos días. Supuse que la tarde en que me habían pedido que abandonara la habitación, habían intentado obtener algunos datos sobre lo que había pasado. No se fiaban de la versión que les habíamos proporcionado, según nosotros: Theo lo había encontrado en el camino, a un costado de la carretera de tierra, y al comprobar que Moro había dicho nuestros nombres antes de desmayarse, había decidido llamarnos también.

Sencillo y bastante creíble. Perfecto para que nadie sospechase que lo habíamos rescatado en una misión suicida. Al fin y al cabo, habían sido los miembros de la Comunidad quienes nos habían dicho que "no sabían adónde iban los exiliados". Puras mentiras.

Thomas tocó la puerta, y entró en la habitación sin esperar que alguien contestara.
Tony "El explorador" sobrevivió...
Señor Sarcasmo también —replicó Moro.

Thomas se acercó sonriendo con suficiencia y se giró sobre sus talones hacia Moro.
—No pienses mal, niño, arriesgué mi excepcional pellejo por ti, sólo porque aquel Ser malicioso de allí —dijo señalándome—, me hubiera arrancado la yugular de lo contrario.
Le dio un par de golpecitos y sonrió una vez más. Me limité a aguantar la risa.

—Volveré más tarde —dijo Ella y salió de la habitación.
—Bien —inició Thomas —. Dinos, ¿cómo demonios lograste salir?
Había logrado mantener a Thomas fuera de la habitación durante tres días, para evitar así interrogatorios del estilo. De todas formas, no dije absolutamente nada. Moro debía hablar de ello algún día.

Moro se lo pensó, incluso inhaló y exhaló un par de veces.
—Todos están bien. Estuvimos viviendo en uno de los túneles que ustedes marcaron en el mapa.
Thomas pareció impresionarse.
—Pero, había una casa...
—No —lo interrumpió Moro —, nunca logramos llegar hasta el lugar ya que los Oficiales lo habían hecho volar. Tuvimos que buscar la entrada al túnel en la calle, no fue fácil cargar a Donald hasta allí

Entonces la expresión de Thomas pareció congelarse. Inmortalizó su mirada y tensó su mandíbula. Lo entendía, yo tampoco había podido evitar el escalofrío en la piel al escuchar aquello. Pronto Moro volvió a hablar.
—Sobrevivió, sólo sufrió conmociones. Antes de irnos, todavía estaba en cama, aunque mucho mejor que semanas atrás.
— ¿Irnos? Qué... —mis palabras quedaron suspendidas en el aire por unos segundos.
—Voy a contarles todo. Sólo déjenme terminar.

Asentí. Moro tomó la palabra.

EXILIADOS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora