Los hermanos Gray

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Su cabeza dolía a horrores, su garganta estaba seca y dolía, su cuerpo se sentía como si un camión hubiera pasado sobre él.

Abrió los ojos y se encontró en una habitación que claramente era de chica, pues estaba decorada con unos pocos peluches, los muebles eran delicados y blancos, además de que las paredes eran de rosa pálido.

–¿Dónde estoy? –susurró preso del pánico.

Intentó sentarse en la cama, pero un fuerte dolor en el hombro izquierdo lo hizo caer de espaldas otra vez.

No se rindió ahí.

Con cuidado, se apoyó en su brazo derecho para levantarse. Vio que tenía puesta toda su ropa, al menos, y que sus zapatos descansaban junto a la cama. Se los puso como pudo con su mano derecha.

Sin hacer ruido, salió de la habitación y comenzó a caminar por un largo pasillo que terminaba en una escalera que conectaba con el primer piso. Allí se encontró con un par de chicos discutiendo.

–¿Y qué haremos ahora? –preguntó el chico–. ¡Ya lo trajimos aquí!

–¡Yo te dije que lo lleváramos a un hospital! –reclamó la chica–. ¿Qué demonios haremos si despierta y se le ocurre demandarnos? O peor aún, ¡qué haremos si no despierta!

Alec maldijo para sus adentros al darse cuenta que, si quería escapar de esa casa, tenía que pasar por la sala donde el par de chicos peleaba.

–Lo juro, Nate, ¡no te dejaré tomar un auto nunca más! –amenazó la chica.

–¡Pues sólo conduciré camionetas! –reclamó el tal Nate que, pese a verse mayor, actuaba de manera infantil.

–Es que no puedo creerlo. ¡De verdad que no puedo! –dijo la chica–. ¡Siempre tienes que estar arruinando todo!

–Perdone, señorita perfección –bufó Nate–. Pero piénsalo: el chico está prácticamente ileso, nadie vio el accidente, ni tú ni yo diremos nada a nuestros padres...

–Oh, eso es lo que tú crees –interrumpió la chica–. ¿Sabes quién ese chico?

–Uh, ¿un adolescente?

–¡Es Alexander Lightwood, uno de los chicos más populares de mi escuela! –exclamó furiosa–. Ya estoy al final de la cadena alimenticia, pero esto definitivamente me hundirá.

–La popularidad no lo es todo, Tessie –le restó importancia.

–¡Mira quién lo dice! –bufó burlona.

Ahora que los miraba bien, Alec notó que había visto a esa chica en su escuela. Theresa Gray. Era una chica que pasaba muy desapercibida, pero era muy hermosa. En serio, si Tessa no fuera tan tímida, con esos ojos grises y ese cabello castaño definitivamente sería mi tipo, le había dicho una vez Jonathan. Contrastaba mucho con el chico junto a ella, que era rubio y de ojos azules.

–Eh... Disculpen –dijo Alec, resignado a hacer acto de presencia–. ¿Qué demonios está pasando? ¿Cómo llegué aquí? Y... sé que se meterán en problemas, pero ¿me podrían llevar a un hospital? Creo que me quebré el hombro.

Pese a que se veía tranquilo, lo único que Alec quería hacer era llorar. No sabía si era por el dolor, por el miedo de no saber qué ocurría o por lo nervioso que estaba al no saber qué ocurriría con él y esos chicos. Lo único que tenía claro era que, inexplicablemente, sentía que necesitaba un abrazo de Magnus.

–¡Ho–Hola! –balbuceó la chica–. Mi nombre es Theresa Gray y él es mi hermano Nathaniel.

–¡No digas nuestros nombres! –su hermano le cubrió la boca–. Puede demandarnos –susurró.

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora