Nubes oscuras

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Alec tenía muchas expectativas. Tenía muchas expectativas y muchas náuseas.

Cuando su despertador sonó, partió velozmente a arreglarse. En menos de quince minutos (nunca se había bañado tan rápido) ya estaba bajando las escaleras hacia el primer piso. 

Para su sorpresa, aún nadie estaba preparando el desayuno. Sin embargo, estaba de tan buen humor que comenzó a preparar huevos revueltos para todos y puso pan a calentar en el horno. Había pensado en poner la cafetera, también, más se arrepintió al ver que no era buena combinación con el huevo.

–¿Te tocó ayer? –escuchó la asombrada voz de Jace llegando a la cocina–. Lydia al fin te dejó foll...

–¡No seas estúpido! –lo regañó una sonrojada Isabelle, golpeándole fuertemente la nuca.

Como hermano mayor que era, Alec les dio espacio para pelear tranquilos y siguió, ahora, haciendo un jugo de naranja.

–Oye, pero tengo un punto –reclamó Jace, sobándose donde había recibido el golpe–. Alec jamás, en serio, jamás ha hecho el desayuno, ¡y lo entiendo!, trabaja en una cafetería y debe estar hasta la madre con estas cosas...

–¿Entonces? –pidió continuar Isabelle.

–¿Qué hace haciendo el desayuno?

Sintiéndose observado, Alec suspiró y decidió voltearse a ver a sus hermanos.

–Sucede que... –comenzó, y Jace e Isabelle lo miraron atentos–. Pues sucede que...

Bien, Alec no tenía cómo explicarles a sus dos hermanos menores (oh, y a Max, que venía ahora bajando las escaleras) que había comenzado una tránsfuga relación con Magnus Bane el día anterior y que aquello lo tenía mucho más emocionado de lo que Alec creía que podía estar.

Ni cuando Lydia aceptó salir contigo, ni cuando aceptó ser tu novia, estuviste así de feliz, le hizo notar su conciencia.

–Tengo castigo hoy –dijo finalmente. Sí que tenía castigo, eso no era mentira–. Pensé que... si hacía el desayuno, los papás no se enojarían tanto conmigo.

Uff, sí que la jodiste –silbó Jace–. ¿Qué rayos hiciste?

–Déjame adivinar –sonrió Isabelle–: Jonathan.

Ding, ding, ding –contestó Alec, dándole a entender que por ahí iba–. Nos saltamos una clase. Ustedes no lo hagan.

–Nunca –dijo su hermana.

–¿Por qué no? –desafió Jace.

–¿Cómo se salta una clase? –cuestionó Max.

Uhmm, qué rico aroma –se escuchó la voz de su padre entrando a la cocina–. ¡Alexander! Qué grata sorpresa verte cocinando.

–Hoy tiene detención –canturreó Jace, por lo bajo, recibiendo un pisotón por parte de Isabelle y un choque de puños por parte de Max.

–¿Un castigo? –Alec sintió la severa mirada de su padre sobre él.

Bueno, él se lo había buscado. Nadie lo mandaba a tener un amorío con Magnus y soltar que tenía detención para cubrirlo.

Sería un largo desayuno.

~

Al llegar a la escuela, se despidió de Jace e Isabelle para dirigirse a su casillero. Hoy no tenía trabajo en la cafetería, así que su uniforme se había quedado bien guardado en casa.

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora