La calma antes de la tormenta

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Luego de no saber nada de nadie el domingo, Alec se levantó el lunes en la mañana para ir a clases. Después de la llamada de Magnus y de pasar la tarde con Jonathan, no se había atrevido a llamar a Lydia.

Cuando bajó a la cocina, vio que sus hermanos ya estaban preparándose cada quien su desayuno. Sus padres no se veían por ningún lado, así que asumió que todavía estarían preparándose para ir a sus respectivos trabajos.

El padre de Alec trabajaba como guardia de seguridad en un banco, y su madre era cajera en un supermercado.

–Ten, te hice el desayuno –le dijo Isabelle, tendiéndole un bol de leche con cereal–. Hoy trabajas hasta tarde, así que necesitas empezar el día con energía.

Y era cierto. Los lunes, martes y jueves Alec trabajaba en una cafetería del barrio alto, desde las cinco hasta las once de la noche. Ah, sin contar que los sábados tenía turno de siete de la mañana a tres de la tarde. Esas 30 horas semanales no se iban a hacer solas.

–Gracias, Izzy –le dio un pequeño abrazo, acompañado de un beso en la frente, y se sentó a comer.

Una vez él y sus hermanos vieron que iban a ser las siete con treinta, salieron de casa despidiéndose de sus padres y fueron a tomar el bus. Si bien Max, el menor de sus hermanos, apenas tenía seis años y no iba a la misma escuela que ellos, estudiaba muy cerca.

–Adiós, pequeño, ¡cuídate! –dijo Isabelle, viendo cómo Max corría entrando a su escuela, encontrándose con unos amiguitos.

–Ahora vámonos nosotros –habló Jace–. Ya van a tocar la campana y no quiero llegar tarde.

–¿Y tú desde cuándo tan responsable? –se burló Alec, los tres empezando a caminar.

–Clary no va a desaparecer ni te va a cambiar por otro –también molestó Isabelle.

–Oh, cállense –bufó sonrojado.

–Espera –se detuvo un atónito Alec–. ¿Clary Morgenstern? –sus hermanos asintieron–. Oh, Jonathan va a matarte.

Alec negó divertido, retomando la marcha, siendo seguido por sus hermanos.

Jonathan era su mejor amigo y lo conocía muy bien. El muy maldito podía ser muy cruel y hasta malvado con todo el mundo, pero siempre había cuidado y sobreprotegido a su hermana menor. Alec no quería ni saber qué haría éste cuando se enterara que estaba saliendo con Jace.

~

Al llegar a su escuela, sus hermanos se despidieron de él y se fueron en dirección a los pasillos donde quedaban los salones de su nivel. Por otro lado, Alec subió al último piso del edificio, donde los de años superiores estudiaban.

Pronto se puso nervioso otra vez, recordando el fin de semana recién pasado, más específicamente, el sábado en la noche.

Negó con la cabeza y se dirigió a su casillero, donde dejó su uniforme de trabajo, que sacaría en la tarde, y tomó sus libros de texto de matemáticas.

–Buenos días –escuchó tras él–. ¿Preparado para comenzar el lunes y hacer el mundo explotar?

Era Jonathan.

–En serio, debes dejar de decir cosas como esas –regañó, cerrando su casillero–. Alguien las tomará en serio y te enviarán a la cárcel por terrorista.

–Sabes que bromeo –bufó divertido, rodando los ojos–. Y ahora, de verdad, ¿cómo estás?

Alec sabía que se refería a todo lo que le había contado ayer. Se encogió de hombros. ¿Qué más iba a hacer? Ni él mismo sabía que haría cuando viera a Lydia... o a Magnus.

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora