Torbellino

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Aquella tarde en detención se le había hecho eterna. No había nadie conocido –para él– en castigo, más que el grupo de punks que no dejaba de mirarlo.

Mi momento ha llegado, pensó Alec con temor, recuérdenme como el buen ciudadano que fui.

Otra mala noticia para él era que, pese a que al día siguiente no había escuela –al ser sábado–, tenía apertura en la cafetería. Era la única forma de tener los domingos libres para descansar y dormir hasta tarde, para así comenzar la semana con energías suficientes.

~

Se levantó a las cinco de la mañana y a las seis ya iba en camino a su trabajo. El sol aún no comenzaba a salir, y el invierno cada día iba marcando más acto de presencia. Se ajustó su vieja bufanda y subió la cremallera de su chaqueta lo más que pudo para protegerse del frío.

–Odio aún no tener dieciséis para poder trabajar –le había dicho Isabelle, justo antes de que saliera de casa.

–Deberías estar durmiendo –había dicho Alec–. Y no te apresures en tener empleo. Dale prioridad a tus estudios. Cuando seas adulta tendrás toda una vida para trabajar hasta aburrirte –bromeó.

–Tú tienes diecisiete y ya estás partiéndote el lomo entre la escuela y la cafetería.

Touché –suspiró Alec–. Gajes del oficio de ser el hermano mayor.

Y es que Alec no quería que sus hermanos pasasen lo mismo que él. No culpaba a sus padres, ellos no habían tenido una vida fácil e ir a la universidad había sido un privilegio que no se habían podido permitir. Por ello, Alec había empezado a trabajar apenas había cumplido 16 años, y no iba a parar.

No es necesario que Izzy o Jace trabajen, pensaba firmemente. Mientras mi sueldo y el de nuestros padres sigan alcanzando, no permitiré que pasen por este tipo de estrés.

Y quién mejor que él para saber lo agotador que era tener buenas calificaciones, un empleo, amigos, una novia y, ahora, un amante. No podía colapsar, pero sentía que al más mínimo problema iba a terminar mandando todo al demonio.

«Buenos días, joven Alexander. Espero tenga una excelente jornada laboral. Supongo va a la hora», fue el mensaje que le llegó de Magnus cuando iba a medio camino.

Alec no pudo evitar sonreír al leer la fingida formalidad de Magnus.

«¿Acaso no confía en mi puntualidad, caballero? Llegaré antes, incluso», contestó intentando no sonreír demasiado. La gente lo tacharía de loco.

«Ah, pero qué maravilloso» 

«¿Alguna posibilidad de que almorcemos juntos hoy?»

Con un suspiro, Alec comenzó a pensar cómo rechazarlo sin verse como un perdedor.

Claro, Magnus siempre tendría todo el tiempo y dinero del mundo para hacer lo que quisiese, a diferencia de Alec que tenía que cumplir horarios de trabajo y ganarse su propio dinero a base de esfuerzo.

«Difícil. Mi turno termina a las tres», fue lo que terminó contestando. 

No podía responder "Oh, como sabes soy clase obrera y no tengo tiempo para almuerzos románticos, por más que quiera, porque de verdad necesito el empleo si quiero comer el resto del mes".

«Oh, tranquilo. Lo entiendo», envió Magnus. Y de inmediato agregó: «Mh, pero ¿ninguna posibilidad? ¿No tienes algún descanso para comer?»

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora