Fuertes vientos

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Esa semana se le hizo eterna. Había vuelto a juntarse con Jonathan como lo hacía antes, lo cual había sido bueno y malo al mismo tiempo. Bueno porque era su mejor amigo hace años y junto a él se sentía en su zona de confort; y malo porque, gracias a esa amistad, estada recibiendo un regaño por parte de la directora.

Una de las ventajas de tener empleo, era que la escuela tenía pleno conocimiento que Alec no podía llegar y ser castigado, pues tenía horarios de trabajo que cumplir ciertos días a la semana. Así que el jueves, cuando Jonathan lo convenció de saltarse la clase de historia y los atraparon haciendo desmadre en el jardín, solo el rubio fue a detención.

–Cumplirás el castigo mañana –había dicho la directora.

–¿Mañana viernes? –preguntó Alec.

–Por lo que tengo entendido –dijo revisando unos papeles sobre su escritorio–, trabajas los lunes, martes y jueves, en la semana escolar. ¿A no ser que mañana tengas turno extra?

En aquel momento Alec habría deseado ser tan buen mentiroso como Jonathan, pero se limitó a suspirar y ser honesto. Al otro día no tenía ningún panorama especial, Lydia se iría de viaje con sus padres para visitar a sus abuelos por el fin de semana. Quizás podría haber hecho planes con Jonathan, pero sabía que lo más probable es que éste encontrara nuevos métodos de ir a detención también.

–A veces pienso que no te gusta estar en casa –le dijo Alec a su amigo, cuando ambos caminaban para ir a su última clase del día, luego de la charla con la directora.

–No es eso –bufó Jonathan–. Simplemente no quiero dejar de hacer las cosas que me plazcan.

–¿Aún si gracias a ellas estás en detención casi todos los días? –preguntó con extrañeza.

–No dejaré que me repriman –se encogió de hombros–. Mi padre dice que uno debe hacer lo que sienta. Si quieres matar a alguien, lo haces y ya.

–Dudo que te haya dado ese ejemplo.

–Quién sabe –abrió los ojos, fingiendo terror–. De todas formas, lamento haberte metido en este embrollo.

Nah, era clase de historia –murmuró Alec–. No es mi materia favorita, por no decir que la detesto.

Estaban a punto de llegar al salón, cuando Alec recibió un mensaje en el celular.

«Emergencia. Baños del tercer piso. Help!!!!!»

Era Magnus.

–Eh, Jonathan –dijo Alec, frenando de golpe su andar–. Necesito ir al baño, te veo en clases, ¿sí?

–¿No quieres que te acompañe? –ofreció sin inmutarse.

–¿Qué, ahora somos chicas? –se burló Alec, intentando verse relajado.

–Pregúntale a la lengua de Bane –contraatacó Jonathan, con una sonrisa de victoria cruzándole el rostro–. Bien, te espero en clases.

Apenas vio a su amigo entrar al salón, Alec corrió al baño.

Si bien el ambiente seguía tenso con Magnus y no habían hablado en toda la semana, Alec seguía teniéndole un gran aprecio como amigo. Además, no podía engañarse, aún seguía confundido respecto a cómo se había sentido besando a Magnus.

Al ser horario de clases, los baños estaban desiertos, menos un cubículo que se encontraba cerrado.

–¿Magnus? –golpeó suavemente en la puerta–. ¿Eres tú?

Pero sin recibir mayor respuesta, la puerta del cubículo fue abierta y una mano morena lo tomó del brazo, haciéndolo ingresar.

–¡Magnus! –exclamó Alec, una vez Magnus los había encerrado–. ¿Qué pasó? ¿Cuál es la emergencia?

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora