¿Y ahora qué?

799 85 17
                                    

Aquel lunes comenzó más difícil de lo que Alec podría haber pensado. Para empezar, su padre lo ayudó a bañarse, puesto que con casi 18 años era incómodo para Alec que su madre o Isabelle lo hicieran, y Jace o Max no serían lo suficientemente cuidadosos; con vestirse fue lo mismo. Agradecía ser diestro, pues al menos podía comer solo.

Una vez él y sus hermanos terminaron de desayunar, salieron de la casa para ir a sus respectivas escuelas. Sin embargo, un auto negro los esperaba fuera.

–Oh no –exclamó Jace, asustado y asustando a Max–. Ya he visto esto en las películas. Van a secuestrarnos.

–No seas idiota –lo regañó Alec–. Es el auto de Magnus.

–¡Hola a todos! –se bajó del auto el recién nombrado–. ¿Necesitan un aventón?

Sin dar respuesta verbal alguna, tanto Max, como Isabelle y Jace corrieron a los asientos traseros del auto, saludando a Magnus de pasada. Alec permaneció inmóvil en su sitio, sin saber cómo reaccionar.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Alec, preocupado.

–Vengo a llevarlos a la escuela –respondió Magnus con una sonrisa–. Supuse que sería complicado para ti ir en el bus, así que he decidido desviarme de mi recorrido a la escuela y pasar a buscarlos hasta que te quiten esa ridícula cosa.

Alec hizo una mueca de disgusto. Él sabía que se veía ridículo con su inmovilizador de hombro, no necesitaba que, justamente, Magnus se lo recordara.

–¡Oigan! ¿Van a subir o no? –los llamó Jace, por la venta del auto.

–Creo que mejor nos vamos –dijo Magnus, tomando el bolso de Alec que descansaba en el hombro derecho de este. Al llegar al auto, Magnus le abrió la puerta y lo ayudó a subirse.

–No es necesario que hagas esto todos los días –dijo Alec, cuando ya habían iniciado la marcha–. Tú vives al lado contrario de la ciudad.

–Magnus, ignora a nuestro hermano –pidió Jace, quien recibió una mirada asesina de Alec–. Oye, no me mires así. Agradece que tienes un amigo que se preocupa a este nivel por ti. Que yo vea, ni a Lydia se le ocurrió hacer esto, ni a Jonathan.

–Jonathan no tiene su propio auto, y ni él, ni Lydia, tienen licencia –señaló Alec, aunque en el fondo de su mente se quedó pensando en que Lydia ni siquiera lo había llamado el día anterior, así como tampoco se había preocupado por ver si Alec tendría complicaciones para llegar a la escuela.

El resto del viaje se basó en conversaciones entre Jace, Isabelle y Magnus. Max se divertía mirando por la ventana y Alec estaba demasiado incómodo para participar en la conversación.

Sí, le preocupaba lo alejada que sentía a Lydia últimamente, aunque lo asociaba al hecho de que estaba castigada. Pero lo que realmente mantenía ocupados sus pensamientos, era el no ser sincero con sus hermanos.

Como buen hermano mayor, Alec siempre trató de generar un lazo de confianza con sus hermanos menores, y lo había llevado bien hasta el momento. Pero ¿cómo contarles que Magnus era mucho más que un simple amigo? ¿Cómo decirles que estaba siendo infiel a Lydia con el que, se supone, es uno de sus amigos?

–Adiós, Alec –la voz de Max lo trajo a la realidad. Ya estaban frente a la escuela del más joven.

–Que te vaya bien, enano –le sonrió al niño, que bajó del auto y entró al establecimiento.

Como la escuela de su hermano más pequeño quedaba cerca de la suya, llegaron en un santiamén en el auto de Magnus. Jace y Isabelle se despidieron y emprendieron marcha a sus salones, dejando a Alec y Magnus solos.

Bottoms Up! | Malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora