Se conocieron gracias a sus novias, se hicieron amigos por mera coincidencia. Pero cuando las cosas comienzan a subir de nivel, Alec y Magnus no saben bien qué hacer con los nuevos sentimientos que tienen el uno con el otro.
Ser amantes nunca estuvo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
[IMAGEN]Para que se hagan una idea de cómo anda Alec ahora.
~~~~
Era imposible para él pensar en otra cosa que no fuera el hecho de que una chica de su escuela que, a diferencia de Jonathan, no era su amiga, supiera de su relación secreta con Magnus. Y es que Alec sabía que estaban en el siglo XXI y que es poco probable que Tessa fuera a repudiarlos por gustarse pese a ser ambos hombres; el problema que acomplejaba a Alec era el qué pensará ahora Tessa de ellos al saber que están juntos pese a que ambos tienen novias.
–¿Estás listo para irnos? –lo sobresaltó una voz desde la puerta de su habitación. Era su padre en compañía de su madre.
–Sí, vamos –contestó Alec, tomando su mochila con su brazo bueno. Pronto su padre se la quitó para que no tuviera que forzar su hombro.
Una extraña sensación de miedo inundó a Alec, y no era precisamente por temor a que sus padres lo castigaran por provocar tremendo accidente como su propio atropello –sus padres habían sido bien claros la noche anterior al decir que un hombro fracturado era suficiente castigo–; lo que aterraba a Alec era que Tessa le contara a alguien lo que había visto la noche anterior.
Theresa Gray.
Apenas había entrado a la habitación, encontrándose con la sorprendente escena de Alexander Lightwood y Magnus Bane besándose apasionadamente, había tomado su celular –que había quedado sobre el sillón de la habitación– y había corrido de vuelta al auto en que su hermano la esperaba, en la entrada del hospital. Ni Magnus, ni Alec, habían reaccionado a decir cualquier cosa.
–Por cierto, ¿no se supone que Lydia vendría a buscarte? –preguntó su padre, cuando ya estaban llevando a la primera planta del hospital.
–Pues sí, ella vendría –se sorprendió Alec–. ¿Acaso no vino? ¿Cómo se vinieron ustedes desde casa entonces?
–Una Van particular nos trajo –contestó su madre–. Con chofer y todo.
–¿Qué...?
Pero las preguntas de Alec fueron contestadas apenas llegaron a la recepción. Allí, acompañado de sus tres hermanos menores, estaba Magnus. Jace e Isabelle mantenían una discusión por quien sabe qué cosa, y Magnus conversaba animadamente con el pequeño Max. Alec sonrió enternecido ante eso último.
–Hola Mags –saludó Alec, intentando no ruborizarse ni hacer nada que levantase sospechas en su propia familia.
–Hola, tú –sonrió Magnus–. Lydia lamenta no haber podido venir, pero ya sabes cómo son sus padres; no le permitieron volver a manejar sin sacar la licencia de conducir.
Y claro que los conocía. Quizás Alec sólo los había visto un par de veces, más con eso le había bastado para no querer volver a saber de esa familia.