{27} Confiar

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No puedo hacer otra cosa que mantenerme en silencio, en gran parte, porque siento, sinceramente, que nada de lo que pueda decir cambiara lo que veo en su semblante. Sin embargo, lo intento. Trato de pensar en la mejor manera de seguir con aquella conversación sin perder el control de la situación.

—¿Te hizo algo?— habla antes de que yo pueda hacerlo, conteniendo su voz una serenidad que contrasta absolutamente con la tensión que siento.

Amm, no...— es mi primera respuesta, no obstante, recuerdo enseguida a James.

Su aparición había sido inesperada y posiblemente gatillada por lo que había visto a Hans hacer. Carraspeo mi garganta suavemente, antes de continuar con lo que posiblemente era lo peor que podía comunicarle.

—Cuando quise irme, me agarró del brazo para detenerme.— digo y no hay algún gesto particular de su parte.

Enseguida, él continua con una pregunta que sin duda me toma por sorpresa.

—¿Cómo te sentiste con eso?

—Cómo me sentí...

—Sobre lo que dijo e hizo.— aclara y tan sorpresivas como son sus palabras, me cuesta unos segundos enfocarme en lo que me pide.

—Fue...incómodo. Muy incómodo. Y, además, muy aterrador.— hablo con la honestidad que sé él está pidiendo en esos momentos y tanto como me ha descolocado hacerlo, siento una brisa de alivio de poder decirlo.

Él aleja sus ojos azules de mi mirada y se dedica a observarme más allá; veo como pasa de mis labios hasta lo que parece mi pecho, continuando incluso más abajo, quizás mis manos o mis piernas.

—Pero, de la nada, apareció James y eso...fue...aliviador.— digo y mientras mis palabras se hacen escuchar, comprendo algo que me deja estupefacta.

En cuanto nuestras miradas vuelven a encontrarse, veo como en la suya recarga esa obviedad que me siento estúpida no haber notado antes.

—¿Él me estaba siguiendo? ¿Le pediste que me siguiera.— cuestiono rápidamente con la importancia vibrante y preocupante que la idea me hace sentir.

—Si él no hubiera estado allí...

—No. Detente.— le pido con dureza. —Estas son dos cosas muy diferentes. ¿Por qué...por qué le pedirías hacer algo así?

—Por seguridad.

—¿Seguridad?— proclamo en un tono más elevado de lo normal. —¿Protección? ¿De quién? ¿De Hans? ¿Penélope? Oh, Dios mío...— susurro complemente conmocionada por la situación.

{ II } SUEÑOS SALVAJESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora