El nombre de Leyda resuena en el fondo de mi mente lo que resta de noche. Quiero olvidar. Realmente lo quiero, sin embargo, mi mente, maquiavélica e intrépida, no me lo permite. Los escenarios de aquella llamada son infinitos y perturbadores.
—Dime que hay en tu mente...— su voz se escucha cercana, atrayéndome al presente que compartimos.
Le observo y la mortificación que veo en sus ojos azules es desgarradora.
—Creo que sabes muy bien que hay en mi mente. Y lo siento.— me disculpo de inmediato, sabiendo que mi actitud nos afectaba a ambos. —Estoy tratando realmente.— confieso.
—¿Quieres saber de lo que hablamos?— pregunta y su esfuerzo me parece encantador.
—Supongo que ha llamado para felicitarte.
—Quería que nos juntemos a cenar.— dice ocasionando nada más que profunda angustia en medio de mi pecho.
—¿Ella está aquí?— me atrevo a preguntar lo que es más que obvio, sin embargo, lo siguiente me deja completamente paralizada.
—Nos vimos temprano esta tarde.— confiesa con una serenidad que me parece ha robado mi alma; mi corazón duele y todo me parece, una vez más, grotesco.
No soy capaz de decir nada cuando Anne arrebata mi atención. Ella me necesita y yo, casi por inercia, me pongo de pie y la acompaño, teniendo la estela de sus palabras como fantasmas a cada segundo persiguiéndome. Eso significaba que en el breve momento en que nos separamos él había estado con ella.
Al termino de nuestra velada, James espera por nosotros como es de costumbre. Nuestro camino al pent-house es rápido, al igual que las breves palabras que compartimos. El ascensor privado nos lleva a nuestro destino y mis pisadas son las primeras que se escuchan en el gran y silencioso lugar.
—Solo tengo una pregunta y no hablaremos más del tema, porque...— suspiro pesadamente, nerviosa, dolorida, aterrada. —Esta es tu noche y no quiero que ella lo arruine. Ya ha habido suficiente de eso.— en su mirada hay una condescendencia que por primera vez desde que volvimos a encontrarnos no odio, solo porque quizás es lo único que necesito de él en ese instante.
Él asiento y mis labios se separan.
—¿Sabe ella sobre nosotros? ¿Le has dicho que estamos juntos de manera oficial?— inquiero y puedo sentir que toda mi esperanza ha viajado a mi mirada y le pido, le suplico a través de esta que su respuesta sea la que quiero.
Sin embargo, su silencio es más largo de lo que debiera. Conocía a Sebastián. Conocía de sus gestos probablemente mucho más de lo que él mismo cree saber. Una demora de un par de segundos de su parte nunca era algo bueno.
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{ II } SUEÑOS SALVAJES
Ficção Adolescente✓ ❝¿estás dispuesta a intentarlo una vez más?❞ Cuando se pierde un amor, cuando una ilusión se quiebra, ¿Cómo se puede confiar nuevamente? ¿Cómo se puede perdonar? ¿Cómo se puede volver a amar? Cuando un corazón se destruye, mucho cuesta el volve...