[ Junio 2001 ]
El brusco movimiento de mi cuerpo es capaz de detenerse cuando mi espalda choca contra la pared de la habitación. Desesperado, abro mi mirada con más prominencia, intentando observar a través de la oscuridad del lugar lo que fuera. Solo necesitaba una pequeña prueba de que todo había sido una infernal pesadilla.
Siento mi pecho subir y bajar con bravura; una ferocidad que me hace temblar nuevamente, percibiendo las gotas de sudor que caen por mi rostro. Aun con el fuerte temblor en mis manos, logro posarlas contra la piel de mi torso, reconociendo segundos después el dolor de las heridas a la leve presión que ejerzo. Mis pulmones vuelven a llenarse de aire y poco a poco, mi mente de serenidad. Había sido solo una pesadilla.
Cuando la puerta de la habitación cruje al ser abierta, reacciono en alarma, aguardando mi compostura al recordar donde estaba. La tenue luz del otro lado del pasillo produce leve daño a mi sensible mirada, siendo esta cubierta de inmediato por la su inconfundible silueta.
—Cariño mío...— su voz resuena en cada rincón del lugar tan amorosa y delicada, siendo el último gesto que necesitaba para encontrarme totalmente en paz.
Mientras le veo acercarse a mi, una bruma de comodidad me abraza por completo. Un nuevo sentimiento al cual aun aprendo a acostumbrarme. A mi lado, noto como el colchón se hunde por el peso de su cuerpo y como de manera inmediata su cercanía es absoluta. Sus tibias y suaves manos acarician detrás de mi nuca, desplazando lentamente por mi cuello después, regalándole caricias que solo hacen sentirme mejor.
—Ha sido solo una pesadilla, amor. Todo está bien ahora.
Un pequeño rayo de luz era capaz de escabullirse en el entreabierto de la puerta, golpeando delicadamente en su atractivo rostro, haciendo así que los ojos verdes de Leyda brillaran de manera increíble. Le observo con detención, notando todo lo que había en ella para mi. Mucha preocupación y amor. Lentamente, asiento a sus palabras, abrazando la agradable sensación que las caricias de su mano me entregan aún.
—Quisiera abrazarte. ¿Me lo permites?— susurra despacio, con un cuidado que no quiere cruzar más allá de los limites.
La sonrisa que acompaña a sus palabras es considerada, dulce como el brillar tranquilo que se refleja en su mirada. Hay algo existente en esta que me hace respirar con más calma. La tensión en la cual mi cuerpo se encontraba sumergido, poco a poco, comienza a disiparse, permitiéndome únicamente asentir a su petición. No hay demora de su parte. Leyda se acerca y rodea con sus brazos mi cuerpo, apretándome contra el suyo con la misma agradable intensidad en que había escuchado en el tono de su voz. Sin embargo, aun sintiéndose su gesto tremendamente agradable, no podía corresponderle. Me sentía increíblemente indebido.
Una de sus manos se mantiene en la parte superior de mi espalda. Ella proporciona caricias que son suaves, cortas, pero cálidas, mientras que con su otra mano delinea el borde de mi nuca con la misma tranquilizadora paciencia. No pasa mucho cuando mi rostro se encuentra apoyado contra el borde de su hombro, pidiendo secretamente por unos cuantos segundos más de tan maravillosa contención.
—No volverás jamás a ese lugar. No permitiré que eso suceda.— el cantico de sus palabras resuena contra mi oído con tremenda distinción, aguardando un grado de promesa que me era muy difícil creer.
Suavemente, ella se aleja, sintiendo antes de que nuestras miradas puedan encontrarse el contacto tibio de sus labios contra una de mis mejillas, teniendo así a sus ojos verdes a una proximidad inquietantemente cercana cuando decidimos observarnos por fin. Entonces, sucede algo que parece, por un breve instante, parte de un idílico sueño. Sus labios dejan otro beso en mi, esta vez, en contra mi boca. Un toque que es tan cálido como el dejado en la piel de mi mejilla, reconociendo también un sensible cosquilleo que se extiende por toda la zona de mi rostro en primer instancia.
Susurró contra mi labios sintiendo rápidamente como los suyos se posaban contra los míos por unos largos segundos. Un toque increíblemente cálido. Sus manos ahora yacían sobre mis desnudos hombros, deslizándose pronto contra mi torso, repasando con toda libertad mis heridas.
—Si es lo que quieres...— habla y sus manos, con toda la libertad que tienen en ese momento, se deslizan de mis hombros y caen por la piel herida de mi torso. —Puedo curar en ti todo lo que se ha roto. Puedo hacerte mejor. Puedo ayudarte a descubrir tus limites y la estabilidad en ellos. Si tú lo quieres, puedo convertirte en el hombre más poderoso de este mundo.— y veo como la promesa que hay en su mirada me envuelve por completo, sintiendo un calor que se siente increíblemente fuerte.
Nuestras miradas se siguen la una a la otra, repitiéndose cada una de sus palabras dentro de mi mente con la misma voluntad que ella había mostrado, viendo como en su verde mirada la convicción de su deseo ardía con inquebrantable pasión.
—Confía en mi.— pide con intensidad. —Jamás te dejaré.— su encanto es embriagador, terminando de maravillarme y atraparme, sintiendo como sus labios buscan los míos por segunda vez, demostrando ahora una fogosidad que va creciendo más y más en medio de la serena oscuridad de la noche.
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{ II } SUEÑOS SALVAJES
Teen Fiction✓ ❝¿estás dispuesta a intentarlo una vez más?❞ Cuando se pierde un amor, cuando una ilusión se quiebra, ¿Cómo se puede confiar nuevamente? ¿Cómo se puede perdonar? ¿Cómo se puede volver a amar? Cuando un corazón se destruye, mucho cuesta el volve...