{36} Realidad

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[ Miércoles 22 de Julio, 2015 ]




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Observo a Jon aun anonadada, completamente muda ante lo que ha expresado, deseando que me hubiera dejado saborear lo que considero fue un triunfo mi presentación en Yale. Sin embargo, aquello pasa completamente a segundo plano. Él sonríe amablemente, queriendo seguramente apaciguar la inquietud que ve en mi rostro.

—No debe sorprenderte tanto. No hay nadie más capaz de tú.— dice, agregando más enseguida. —Tampoco debe asustarte. Será solo por un mes. O quizás dos. Pronto te harán el ofrecimiento de manera oficial. Debes tener una respuesta.— me advierte y aquello me deja aún más ansiosa.

De repente, aun bajo mi personal consternación, veo el rostro de Sebastián detrás de Jon quien al percatarse de su presencia le saluda con la gracia que solía mostrar con todo el mundo. Ambos hombres vuelven a halagar mi presentación, tanto, que hacen que mi preocupación quede atrás. Sabía también que había sido una presentación impecable y eso me tenía muy contenta.

Aprovechando nuestra visita ráfaga a New Haven, Sebastián invita a Jon a unirse a nuestro almuerzo, sin embargo, mi jefe amablemente declina la invitación tras haber quedado con alguien más con anterioridad. En nuestra despedida, tan cercana como de costumbre, Jon susurra, y recuerda, lo que debo hacer, volviendo a plantar la semilla de ansiedad en mi centro.

—¿James almorzará?— pregunto al alzar mi mirada de la carta de menú y dar con el chico parado a unos metros de nosotros como si fuera una gárgola que vigila alguna reliquia importante.

El océano azul de mi novio no deja su tarea. Él se encuentra demasiado atento a su menú.

—Lo hará una vez nos encontremos en casa.— responde con suma ligereza, soltando yo un bajo gruñido cuando mi mirada vuelve al menú que sujeto. —¿Sucede algo?— cuando vuelvo a mirarle sus ojos azules se encuentran a la espera.

Alzo mis hombros lentamente, al igual que el suave movimiento de negación que muestro con mi rostro.

—Solo me llama la atención lo arduo de su trabajo. Sobre todo, esta semana. Ha estado cuidándome sin descanso aparente.— expongo mis pensamientos, notando como su rostro se declina unos centímetros a mi dirección con exquisita elegancia.

Su expresión es, me atrevería a decir, casi divertida, conteniendo lo que me parece una ladina sonrisa.

Fue aliviador para mi saber que el "accidente" en Londres no me impedía seguir con mi trabajo. La universidad ya estaba comenzando a ser demandante y el que la herida de mi pierna fuera sanando adecuadamente era mi mejor pronóstico. Ya al tercer día caminaba sin dolor, no obstante, aquello, claramente, no significaba nada para el hombre guardaespaldas, quien había seguido mis pasos día y noche como orden de su jefe.

{ II } SUEÑOS SALVAJESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora