Verdad

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Si algo caracterizaba a la japonesa es que a pesar de sus pequeños ojos, era muy observadora.

Siempre esperaba paciente, miraba a todos lados antes de realizar algún acto. Sigilosa como una serpiente y astuta como un zorro.

Pero últimamente era impulsiva, hablaba sin pensar y actuaba de igual manera. Todo sucedía cuando se encontraba cerca de un muchacho de extraña apariencia pero ojos amables. Ojos gigantescos como lunas que eran muy torpes, que no notaban las indirectas o señales que inconscientemente ella le mandaba.

La frustración la hace resoplar, ha intentado por semanas que finalmente se de cuenta de sus sentimientos, pero nada parece funcionar.

Ella no lo sabe pero está en las nubes. Una pequeña parte en el fondo de su corazón murmuraba que era ella, la chica de ojos verdes de la que había caído enamorado.

Se esforzaba ahora mas que nunca por gustarle, porque esas miradas soñadoras fueran para ella y no otra supuesta mujer que compartía el color de ojos.

Hace rato que no le ha visto llegar a la escuela, y el resto del día tampoco lo encuentra.

De la nada un dolor palpitante se coloca en su sien, la vista se le entorpece y los labios le tiemblan. Tan rápido como la molestia llego, se fue.

Esta sensación le parece extrañamente familiar.

Le parece extrañamente aterradora.

...

Noodle abre los ojos y se da cuenta de inmediato que es un sueño.

Esta flotando en la inmensidad de la nada, todo es blanco, no un blanco tierno como el de los ojos de Russel. Un blanco tétrico, terrible.

Este va tiñéndose de colores, poco a poco su alrededor pasa de ser un lienzo vacío a un paisaje. En una acera van caminando una pequeña niña asiática, agarrada de las manos de sus padres.

Lleva su palma a uno de sus párpados y puede sentir la casi inexistente cicatriz. Quiere llorar, esto no es un sueño, ni siquiera es una pesadilla.

Es un maldito recuerdo.

Tan rápido como la felicidad iluminaba el lugar, la sangre destruye el ambiente de familiaridad. Solo fueron segundos, instantes que cambiaron su vida y su futuro.

Los gritos son ensordecedores, cubre sus oídos con sus manos, jala sus cabellos rogando porque la miseria acabara, esto es horrible, espantoso. Sus ojos fabrican gotas interminables, y hacen un pequeño charco debajo de sus pies.

Se agacha y se posiciona abrazándose a si misma, tenia años que no volvían estas pesadillas.

Recuerda todo con claridad, el impacto contra los débiles cuerpos mundanos de sus padres, el vehículo pasando justo detrás de ella cuando se agachaba para recoger una flor, la sangre manchando su ropa, sus recuerdos. Memorizó cada maldito segundo.

Lo único que no puede recordar es el rostro de ellos, sus padres.

Despierta y se encuentra en su cuarto, para su impresión no está llorando. Suda a cantaros y su respiración era errática, suspira abiertamente para regularizarla. Intenta olvidar lo antes sucedido pero cree que ya no podrá seguir haciéndolo.

Ya ha olvidado durante siete años.

...

-¡Ya voy! ¡Ya voy! -gritó Russel, Murdoc estaba profundamente dormido y Dents salió a algún lugar sin decirle a nadie desde ayer en la noche, tocaban la puerta con terrible insistencia.

Abre suavemente, del otro lado está la pequeña. Su rostro esta rojo tal parece que corrió durante bastante rato, ni siquiera esta cambiada pues porta su pijama.

-Hola pequeña -intenta hablar lo menos extrañado posible, ella nunca llegaba tan temprano, inclusive el cielo sigue estrellado -Si buscas a Dents, no lo he visto desde ayer -Noodle niega con la cabeza, apenas detalla en que está temblando, por un momento cree que es una reacción natural ante este extraño frío infernal.

-No -musitó mientras se abrazaba a sí misma, Russel la hace entrar pues el aire estaba espantoso -Vine a hablar contigo -reveló, sus verdes ojos brillando.

Russel no dice nada pero solo con darle un vistazo sabe que se encuentra en mal estado, se dirigen a la sala, ambos se sientan uno al lado de otro.

Es entonces que Noodle con ojos llorosos y un nudo en la garganta, comienza su relato.

Lo relató como una película, cada pequeño detalle lo dice como si en ese mismo instante lo estuviera viendo. Russel cubre su rostro, esta sin habla. Puede sentir el dolor en las palabras que salen de la boca de la jovencita, ve sus labios moverse y las palabras se escuchan en la lejanía, son demasiado crueles para escucharlas en sus oídos.

Si había algo que Russel y ella odiaban, era llorar. Era incómodo, repugnante. Una serie de reacciones involuntarias, acompañadas de líquidos desagradables escurriendo a lo largo de su piel, sin embargo, los dos ahora mismo lo estaban haciendo.

Las únicas personas que habían visto llorar al de piel morena estaban contadas, entre una de ellas se encontraba su ahora acompañante.

Y entre las únicas personas que habían visto llorar a la de ojos rasgados, solo estaba Russel.

Se acompañan en el dolor, en la pérdida de hace ya mucho tiempo.

Se pregunta porque el tiempo no pudo sanarla, pues aún le duele, le duele demasiado. Tanto que incluso llora lo que no lloró en su funeral, en su despedida.

Cuando los ataúdes fueron cubiertos por gruesas capas de tierra, cuando volteó y los diviso inertes en el césped de aquella horrible realidad, cuando todos los días despertaba y no los encontraba. Pero ahora, que estaba con el corazón de fuera, se sinceraba frente al único en el que podía confiar plenamente.

Quería contarle a Stuart, pero le daba miedo. El miedo de la lástima, de lo patética que se vería.

Siente los brazos de Russel rodearle por entero, queriendo ahuyentar las sombras de un pasado desdichado. Cubre su cara queriendo apagar sus quejidos de miseria. Otra cosa que odiaba de llorar era que le hace sentir débil.

Pero su corazón fracturado le solloza que ya ha sido fuerte por demasiado tiempo.

...

Ambos están en la azotea, la muchacha sonríe al pensar que todos sus encuentros serán en este peculiar lugar.

-Pequeña -habló el mayor, ella volteó al instante -¿Por que decidiste contarmelo? Aquella vez no fue así, lo evadiste -recuerda, no suena en absoluto como un reclamo. Suena como una duda no contestada.

-No lo se -confesó justo cuando una pequeña tonalidad de naranja se cuela en el ennegrecido cielo -Nunca había tenido a alguien como tú -Russ alzó una ceja con confusión.

-¿Como yo? -ella asiente, el cielo se ve hermoso -¿Y como soy? -voltea a verlo, su menuda figura reluce aún mas frágil que de costumbre.

-Como mi padre -sonríe, el solo puede contestar con los ojos como platos. Enseguida los oculta bajo sus manos, una carcajada se le escapa.

-Pequeña, vas a hacer llorar a este tonto

El cielo se luce de naranja, dejando un último rastro de la obscuridad anterior que desaparece como el peso en sus sienes.

Cierra los ojos y ya no se encuentra con aquellas imágenes de su pasado, se encuentra con la imagen de aquellos cuatro magníficos hombres sonriendole.

Separa abruptamente sus párpados, recordando a Stuart.

-Russ, ¿donde está 2D? -el abre la boca para luego cerrarla, ni el lo sabe.

Su ceño se frunce, sus manos sudan. Reza porque todo este en perfecto estado.

No sabiendo que el aludido se encuentra a un paso de decidir el destino de ambos.

Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora