23. Mi profesora de Literatura quiere matarme

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23. Mi profesora de Literatura quiere matarme

Abrí mis ojos con lentitud. Veía nublado y me mareaba al concentrarme. Tuve que parpadear varias veces para lograr ver con claridad. Seguía en la clase de Literatura, a mi costado Lydia estaba aún inconsciente en la silla del profesor. El problema es que ahora yo también estoy en una silla, mis manos detrás de mi espalda unidas por cinta adhesiva. Me moví con fuerza intentando romperla, pero sólo logré marearme más.

Unos pasos de taco me hicieron desviar de mi tarea. Miré hacia los costados, delante de mi no había nadie más que los bancos vacíos y la luz de la luna. Me giré hacia atrás y mi corazón latió a mil. Había una sombra en una esquina.

—¿Quién es? —pregunté. El ruido atornillaba mi cabeza, pero no veía la utilidad el mantenerme en silencio.

Quise pensar qué diablos estaba pasando, quién noquearía a Lydia y a mí, pero el pensar me hacía doler. Sin mencionar que no tengo una buena respuesta, salvo que sea el darach quien esté detrás de esto.

La sombra caminó unos pasos hacia adelante. La luz de la luna logró darme un panorama de la persona que se ocultaba. La profesora Blake me sonrió.

—Pensé que Lydia se despertaría antes —habló ella mientras yo seguía tratando de unir los puntos.

Siguió caminando hasta llegar a mi lado — Tú... —murmuré—. Tú eres el darach. —alcé la mirada, la profesora Blake se quedó parada delante de mí, aún con su sonrisa.

Scott y Stiles no sabían dónde estaba, mi celular no sé dónde quedó, probablemente la profesora Blake, el darach, lo tomó. No tenía cómo avisarle al resto que Lydia y yo estábamos en peligro.

—Pensé que lo averiguarías antes. Es decir, tú eres una hamingja —dijo inclinándose hacia atrás y sentándose apenas en el primer banco de la fila cercana. Me quedé mirándole con algo de temor—. Las hamingjas y los druidas se llevaban bien en la antigüedad —relató con nostalgia. Por un segundo dudé sobre cuántos años tenía—. Ambos compartían sus secretos. Ambos podían ser emisarios de una manada de lobos. Cuando me enteré de que había una hamingja en Beacon Hills, pensé que podía ser mi aliada. Que me ayudaría contra los Alfas.

Cerré los ojos. No porque no quisiera escuchar la historia, la verdad es que ésta me importaba poco y nada. Sólo quería concentrarme. Sé que no pude curar a Cora ni sentir el peligro de Lydia, pero tal vez pueda hacer algo para romper la cinta. Ignoré el dolor de cabeza que me producía el concentrarme y conectar con mi parte hamingja.

Blake soltó una pequeña risa sin gracia — Estás intentándolo, ¿verdad? —me hizo abrir los ojos, desconcentrarme e incluso dudar de mí—. Sarah, lamento informarte que no importa cuánto lo intentes, no puedes usar tu telepatía para salir de esta —le miré juzgándola. Sé que no soy una experta con mis dotes de hamingja pero eso no significa que no pueda usarlos para patearle el trasero—. Verás, hay una hierba que con el hechizo adecuado puede interferir en proceso mágicos y en las capacidades de un ser sobrenatural. Probablemente ni lo notaste. Tal vez fue un simple aroma en tu cuarto o un cierto sabor en tu comida... Pero créeme cuando te digo que me aseguré de que el hinojo entrara en tu sistema. No eres competencia, Sarah, pero mejor asegurarse de que te quedes en la banca.

Apreté los labios. Enojada por sentirme tan impotente en un momento crítico. Eso explicaba mi pésimo desempeño como hamingja en las últimas horas. La profesora Blake fue la culpable. Miré hacia abajo pensando cuánto duraría este efecto del hinojo en mí. ¿Horas? ¿Días? Tendría que arreglármelas porque dudo que tenga horas o días. El darach nos hizo venir aquí por una razón. Y aquella es sacarnos del mapa a mí y a Lydia.

Paranoia [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora