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Hola, me llamo Mariana Espósito.

Pero, todos me dicen Lali.

Hace algunos años, me pasó una cosa. Algo, que ahora quiero compartir con todos ustedes. Sh, no se lo pueden contar a nadie.

En el año 2011, me enamoré. Sí, ese año fue cuando me enamoré por primera vez. Yo era una chica popular, a la que todos admiraban en la Universidad. La Universidad más prestigiosa de toda la Argentina.

Sí, realmente, mi vida era maravillosa.

Tenía unos padres inmensamente ricos, dos hermanos fabulosos, los mejores amigos y un novio que parecía que me amaba. ¡Ojo! Solo parecía.

Benjamín Amadeo, mi novio, era el capitán del equipo de fútbol universitario. Todas las chicas morían por él. Hasta que yo llegué. Y él me pidió ser su novia. Desde ahí, empecé a ser la chica más top de todas. Todas querían ser como yo, vestir como yo, peinarse y maquillarse como yo. Era un modelo. Simplemente eso.

Pero, había un secreto. Benja, a pesar de mi duda actual de si me amaba o no me amaba, al menos me respetaba. Era un secreto. Un secreto que nadie en la Universidad sabía. Era virgen. Sí, aún no estaba lista para hacerlo con Benja.

Y entonces fue cuando sucedió lo que no tenía que suceder.

Esa noche fría de otoño, tras ir al cine, Benja me llevó a casa en su auto. Un precioso Audi A4 de color negro. Sí, sabía que ese auto era caro. Pero me daba un poco igual, yo tendría uno igual o mejor cuando consiguiera el permiso de conducción.

Y continuo...

Me llevó a casa. Al frenar tras finalizar el trayecto, le comenté que mis viejos no estaban en casa. Tan solo mi hermano Patricio (también conocido entre familiares y amigos como Pato), quién seguramente, al ser noche de viernes, también habría salido con los amigos a algún lugar para beber. Mi hermana por aquel entonces ya tenía novio... No vivía en casa. Por lo que aquella noche, hasta bien entrada la madrugada, estaría sola.

— ¿Querés que me quede con vos hasta que llegue Pato? — me preguntó Benjamín, ofreciéndose para estar en mi casa, y así, que no me quedara sola.

— Tranquilo, voy a estar bien.

— Bueno — él se acercó a mis labios y los besó tiernamente. Le seguí el beso y nuestras lenguas se juntaron. Estuvimos entre un juego de labios y lenguas durante un pequeño rato y después me separé.

— Estoy cansada. Mañana te llamo en cuánto despierte, ¿okey?

— Okey — Benja sonrió —. Yo también te amo.

Volvimos a besarnos, esta vez por menos tiempo; y no sin antes recoger mi bolso, que estaba en la parte de atrás, bajé del auto.

Busqué un poco desesperada las llaves en medio de aquella avenida tan oscura en la que estaba mi hogar, hasta que por fin las encontré. Abrí, Benja me pitó para despedirse, tal y como siempre hacía, y yo me metí dentro de mi casa.

Melly, mi perrita raza Yorkshire Terrier, me recibió nada más abrir la puerta, ladrando.

— Sh — dije para que se callara —. Vas a molestar a los vecinos. Tengo una sorpresa, hoy vas a dormir conmigo.

Ella me dio un besito con la lengua, dejé mi bolso en la entrada y fui a la cocina para beber un vaso de agua. La cocina de mi casa tenía una puerta que daba a una especie de jardín lateral, que a su vez se comunicaba con el jardín que daba a la calle y con el jardín de atrás donde estaban la pileta, la zona de chill-out y la caseta de Melly.

Fue entonces, cuando escuché un ruido que justamente provenía del jardín lateral. Melly empezó a moverse inquieta entre mis brazos y la dejé en el piso cuidadosamente.

La pequeña perrita fue rápidamente a la puerta de la cocina que comunicaba con el jardín y empezó a ladrar.

— Sh Melly — repetí. Me acerqué a la puerta y la abrí. Aún me pregunto como pude ser tan valiente en aquel momento de mi vida. No me esperaba, ni por asomo, lo que había atrás de esa puerta. Todo lo que me esperaba. Aunque sin duda, por lo que ahora sé, claramente hubiera salido. Una y mil veces más.

Y sí, salí al jardín. ¿Se lo esperaban verdad? Bajé los dos escalones que había y una fría brisa recorrió mi cuerpo. Miré a un lado, después al otro, y no vi nada. Giré y comencé a caminar hacia el jardín de atrás. Cuando de repente... Alguien me tomo por los brazos y me puso un pañuelo sobre la boca. Al respirar... El supuesto cloroformo me durmió. Él ya había hecho su trabajo.

Y así fue como empezó, el sueño real más bonito de toda mi vida.

ESCAPARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora