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Narrador:

La familia que había adoptado a Bautista Lanzani, ya tenía otros dos hijos más. La empresa que tenían en Buenos Aires facturaba bastante dinero al año, por lo que el padre decidió abrir más sucursales de la empresa en otros países que no fueran Argentina. La más exitosa de esas sucursales, fue la de Madrid.

Un año después de empezar a abrir la sucursales por más países, la empresa de Argentina empezó a ir mal. Por eso la familia decidió mudarse a Madrid, ya que esa iba mucho mejor, y así cerraron la de Argentina.

La verdad era que aunque, Bautista Lanzani extrañara muchísimo a su familia, los Suárez, la nueva familia que lo había adoptado, eran muy buenos con él. Le querían como a otro más de sus hijos, le trataban re bien, le daban tanto caprichos como cariño... Y pese a todo, el pequeño de los Lanzani no podía olvidarse de su familia.

Había sido una pérdida muy dura. Le habían sacado a sus padres, también a sus hermanos... Le habían sacado todo. Y por mucho que sean una familia, los Suárez, le quisieran dar todo el amor del mundo, no era suficiente.

Por eso, Bauti era un niño callado, tímido y que expresaba bastante poco sus sentimientos. Por las noches, cuando estaba solo en su habitación, tan solo pensaba en sus padres y en sus hermanos y no paraba de llorar en silencio. No quería hacerlo delante de sus padres adoptivos, ya que tenía miedo de ofenderlos, puesto que con él eran muy buenos, y no quería hacerles daño.

Pero el único deseo de Bauti, era que algún día su familia volviera a aparecer y pudiera regresar con ellos a Argentina.

-...-

Narra Lali:

— Bueno, con esto ya está todo, mañana mismo pueden entrar a disponer del nuevo piso chicos — dijo el antiguo propietario del piso que Peter y yo habíamos comprado en el centro de la ciudad.

— Perfecto, muchas gracias señor García. En verdad estar durmiendo en un Hotel durante tantos días es muy incómodo. Una semana o 10 días está bien, pero ya casi llevamos un mes y medio — suspiré divertida —. Ya es aburrido

— Cierto — dijo Peter con una sonrisa —. Y esta casa nos encanta.

— Me alegro de que les guste la casa, necesitaba venderla. Ya saben a mí me han trasladado a otra ciudad por trabajo y para comprar la otra casa necesitaba vender esta.

— Pues listo — dije —. Ya está vendida.

— De verdad, gracias chicos. Ya saben, si necesitan algo, les dejo los números de varios albañiles, pintores y decoradores en los cajones del cajón de arriba de la cocina. Son los que me ayudaron a mí, trabajan bastante bien y su trabajo no es caro. Así que cualquier cosa que necesiten, la pueden consultar con ellos.

— Muchas gracias — dijo Peter —. Cualquier cosa, les llamaremos. Aunque la casa nos gusta así como está.

— En verdad, como bien les dije, la reforme hace poco. Me da pena marcharme de esta casa, acá crecieron mis hijos, pero cuando las cosas salen mal, hay que buscar una solución, y la solución es mudarse de ciudad y vender la casa. De lo que más me alegro, es que venderles la casa a ustedes dos es lo mejor que he podido hacer. ¿Tienen pensado tener hijos?

Negué con la cabeza:

— Por el momento no, somos jóvenes, pero bueno, ya se verá.

— Exactamente — dijo Peter riendo.

— Bueno, entonces les dejo, para acomodar los muebles o lo que sea, y ya saben, si tienen algún problema, no duden en llamarme — se despidió de nosotros y entonces el ex propietario del piso se marchó por la puerta con una sonrisa.

Después, miré a Peter:

— ¿Crees que mañana lo tendremos todo listo para poder instalarnos acá?

— Claro... — dijo Peter rodeando mi cintura con su brazo —. Mañana estará todo listo y podremos dormir acá... Estrenando la cama si vos querés...

— ¡Qué zarpados que estamos! — exclamé riendo.

— Y bueno, ahora sí que vamos a vivir juntos y legalmente — dijo Peter dándome un beso en el cuello —, ¿o no me vas a dejar estar zarpado?

Sonreí:

— Sí, sí, claro que te dejo. Pero ahora tenemos que empezar desembalar todo esto, y hay que llamar también a los de la tienda de muebles para ver cuando nos traen el resto, y obvio... También cuando nos traen la cama.

— Claro que sí — dijo Peter riendo.

Fue entonces, mientras que Peter llamaba a la tienda de muebles para ver cuando terminaban de traer el pedido, cuando recibimos a alguien en casa. Cierta persona, que después nos cambiaría la vida, tocó al timbre. Miré a Peter y me hizo una señal con la mano de que fuera a abrir. Yo asentí con la cabeza y fui hasta la puerta.

Atrás de ella había una chica, más o menos de mi edad, con el pelo rubio y los ojos verdes:

— Hola, ¿qué precisas? — la pregunté con una sonrisa.

— Emm... Pensé que el señor García estaría acá.

— Recién nos vende el piso, somos los nuevos vecinos.

— ¡Ah! — exclamó —. ¿Ya vendió el piso? Bueno, es que tenía un problema con nuestras cañerías, y era para decirle que ya está arreglado el problema.

— Bueno, gracias por avisar...

— ¿Son de Argentina?

Asentí con la cabeza:

— Sí, llegamos a España hace muy poquito tiempo, así que además de instalarnos en esta casa nueva, también nos estamos instalando en el país...

— Entiendo... Yo también pasé por eso. Hace tiempo que vine de Argentina con mi familia, con mis dos hermanos y mis padres...

—¿De qué parte?

— De Buenos Aires.

— ¡Ay! ¡Igual que nosotros!

— Bueno, pues... Si necesitan algo cuenten con nosotros, ¿si? Ay, me encanta tener vecinos del país donde nací.

— A nosotros también nos gusta.

— ¿Cuándo se van a mudar definitivamente?

— Mañana — respondí.

— Pues si quieren pasado mañana pueden venir a cenar a nuestra casa, así nos presentamos todos, no creo que mis padres tengan problema en recibirlos.

— Muchas gracias... Emm...

— Decime Eugenia.

— Gracias Eugenia.

— De nada...

— Lali — completé —. Me llamo Lali Espósito.

ESCAPARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora