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Narra Lali:

Él me agarró la cabeza de manera suave y comenzó a besarme con pasión. Sus labios exigentes, firmes y lentos se acoplaron a los míos. Uau... Besaba muy bien, y yo pensando que en su vida lo había hecho. Tímidamente metió su lengua en mi boca y la recorrió por todos los rincones.

Benjamín tenía que aprender del maestro... Oh sí.

Mi lengua acarició tímidamente la suya y ambas se unieron en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes. Levantó la mano de la cabeza y me agarró la mandíbula para que no moviera la cara.

Un poco después, nos separamos. Lo miré sonriente y él me devolvió la sonrisa.

— Pensé que no tenías experiencia. Besas muy bien.

— Es que no tengo experiencia. Nunca he besado a una chica.

— ¿Me estás mintiendo?

Él negó con la cabeza.

Abrí la boca asombrada. ¿Nunca había besado a una chica y besaba como los ángeles? Había sido increíble sin duda el mejor beso de mi vida.

Él se rió:

— Lali, todo esto es en serio. He tenido una vida demasiado dura y nunca tenido tiempo para el amor.

— Yo lo único que sé es que Benja tenido muchas novias, y nunca me ha besado así.

— ¿Le cambiarías por mí?

Reí:

— Puede. En verdad, nunca estuve completamente enamorada de él. Te quiero, pero sé que es un amor pasajero.

— ¿Y por qué no le has dejado?

Suspiré:

— Por pena... Supongo. Eres más grande que yo, sus amigos se reirían de él si yo le dejaría. Estoy esperando el momento perfecto para cortar con él... A mis padres les cae muy bien, pero sé que no es mi hombre.

Tragué saliva:

— Si nunca te besaste con nadie, supongo que tampoco nunca lo hiciste con nadie.

Volvió a negar con la cabeza:

— No, soy virgen.

— Como yo — reí.

— ¿Y podemos probar? — me preguntó él.

¿Me lo estaba preguntando en serio?

— ¿De verdad?

— Sí, de verdad te lo digo — puso sus manos sobre mi cintura y volvió pegarme a su caliente cuerpo.

— Creo que esto debería surgir... No hacerlo así en frío.

— ¿No te gustaría hacerlo conmigo?

— Sí pero... — ¡¿Qué?! ¿Por qué mierda había dicho eso? —, digo... No.

— ¿Sí o no? Dale Lali, aclarate.

— Quiero esperar a que surja. No me gusta hacer las cosas en frío. Que te quede bien claro eso.

Él rió:

— Sos tan... dulce — murmuró —. Ahora vamos a comer algo, ¿dale?

— ¿Hay comida?

— No mucha, mañana iré a por más. Claro que no puedo llevarte conmigo, podría tener problemas.

Tragué saliva y suspiré:

— Lo sé, no soy tontita.

Caminamos juntos hasta la cocina y allí me senté en la silla, mientras le dejé que él solo preparara la comida.

Estaba acostumbrada a que en casa preparando la comida por mí, siempre habíamos tenido mucama y era ella la que siempre cocinaba. Ni yo ni mi mamá lo habíamos hecho nunca.

El se movía por la cocina rápidamente. Agarra una patata la pelaba, la ponía cocer... En verdad parecía mi mucama cocinada, pero en versión tío bueno y sexy. Era algo realmente gracioso.

— ¿Te gusta la cocina? — le pregunté.

— Sí, bastante. Cuando estuve en el orfanato, casi siempre cocinaba yo. Amo la cocina francesa, italiana... En casa tengo muchos libros de cocina que me regaló la cocinera del orfanato. No los tengo aquí pero algunas recetas me las sé de memoria.

— ¿Entonces vas a alimentarme bien durante el secuestro?

Él me miró:

— ¿Acaso lo dudabas?

Me encogí de hombros.

— No sé, pero es bueno que me vayas a alimentar bien, ¿o no?

— Es bueno sí. Pero que te quede claro, que no solo voy a alimentarte de comida.

— Cuidado, tampoco quiero que me violes.

— Nunca lo haría, tenlo en cuenta.

Siguió cocinando, y al terminar, colocó la comida en la mesa. Pastel de carne y papas, olía delicioso.

— Qué rico.

— Me alegro que vaya a gustarte — él sonrió y me cortó un pedazo bastante grande.

— Gracias — dije cuando lo colocó en mi plato.

— Tenés que comerlo todo, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza:

— No soporto tirar la comida... Así que come.

— ¿Por?

— Creo que te he contado que he vivido en un orfanato, he pasado hambre, frío, entre otra serie de calamidades. Ese plato que ahora vas a comerte no lo pueden comer nenes de 4 y 5 años que viven en los orfanatos del país, porque el estado no les da la suficiente plata para tener una comida digna todos los días. Así que aprovechalo, por favor.

— Está bien — probé el primer bocado. Riquísimo, pero aún así, dudaba que me pudiera comer todo. No tenía mucha hambre.

— Bueno.

— Pero no sé si puedo comerme todo esto.

— Lali, por favor, no voy a repetírtelo. Comelo todo, te lo pido por favor. Es lo que más me importa. Que estés sana y bien alimentada.

— Sí, papá — respondí riendo.

— ¿Papá? No me gusta — dijo con una sonrisa. Le había hecho sonreír otra vez y con eso me sentía realmente bien —. Prefiero, mi amor, mi vida.

— Sí, mi vida — rectifiqué —. Claro que me lo voy a comer todo mi amor.

— Eso es. Después seguiremos con "el juego de seducción" — sí, y lo había bautizado perfectamente. 

ESCAPARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora