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Narrador:

Los preocupados padres, y también multimillonarios, llamaron al celular de su hija. Ocurrió entonces, un curioso hecho. Tan curioso como que el celular de Lali empezó a sonar dentro de la casa de los Espósito Riera. Coco y Majo se miraron: Majo se desesperó aún más, y Coco buscó el celular por toda la casa, incluso salió al jardín, encontrándolo así tirado en el pasto, justo al lado de la pileta.

— No puede estar sucediendo esto, joder — se quejó el padre de familia, al igual que la madre, también desesperado.

Pero sí, había sucedido, su hija había desaparecido. O la había secuestrado alguien. ¿Quién? Eso era lo que debían descubrir.

-...-

Narra Peter:

Tan solo tenía claro una cosa. Una cosa de mucha importancia. No quería hacerla daño. No quería que se volviera loca, no quería pegarla, ni abusar de ella sexualmente, no quería quemar su cuerpo, ni torturarla. Quería simplemente que sus padres me devolvieran todo lo que me habían quitado.

Mis hermanos mayores habían investigado muchos casos de secuestro, tortura y violación mientras preparábamos todo para secuestrarla. Sino hubiera sido yo el elegido, Lali hubiera terminado peor que Sylvia Likens. Pero había tenido una gran suerte, yo solo quería dinero, plata, salvarme. Salvar a mi hermanito pequeño de toda la mierda que le había tocado vivir, que nos lo habían arrebatado, que habían separado a una familia. Siempre pensé que hubiera sido peor secuestrar y torturar al padre, pero mis terribles y tétricos hermanos no pensaban lo mismo. "Siempre se sufre más con un hijo" respondieron.

Y sí, tal vez era verdad, pero aún no había experimentado lo de ser padre. Y tampoco quería experimentarlo aún.

Lali era una persona muy hermosa, tierna, dulce... Una chica casi virginal, aunque aún no lo sabía. Su cuerpo era tan perfecto abajo de su ropa que me dolía tan solo de pensar en lastimarlo. Tenía una misión pues, que mis hermanos no aparecieran en la escena del crimen, que no vinieran a la casa, que no la tocaran, pues estaba claro, que si mis hermanos entraban en la casa, la harían algo a Lali. Y yo era un secuestrador, pero no un criminal.

Tan solo quería plata, a cambio de unos cuantos días de vacaciones encerrada en una vieja y destrozada casa de campo.

Y ella, aún así, seguía insistiendo en saber la verdad. El "¿Qué culpa tienen ellos?" resonaba en mi cabeza una y otra vez, y dolía mucho. Más no quería explicarla la verdad, puesto que tenía miedo. Debía contarla todo, y aún no estaba preparado para eso. Así que iría lentamente. 

Me fui a la cocina, la ya destrozada cocina en la que antes mi vieja adoraba cocinar y pasar todo el día. Pensé en mi pasado, en mis tiempos como niño de orfanato, y en todo lo que había sufrido por culpa del señor Espósito.

Y al poco tiempo, entró ella. Lali. Con la cabeza baja y cara de perro mojado suplicando que la perdonara.

La miré, con le ceño fruncido:

— No voy a decirte el porqué — suspiré —. Al menos por ahora — añadí.

— Prometo no volver a preguntar por el tema — dijo ella acercándose —. Tal vez lo descubra sola, o... No sé.

— Ya se verá.

Se mordió el labio inferior:

— Está bien. Se me ocurrió una cosa, y voy a portarme bien mientras lo hacemos.

¿Hacer el qué? ¡¿ESTABA LOCA?! No iba a hacer "ESO" con ella. ¡No, ni hablar!

— ¿El qué cosa?

— Ir a pasear por los campos. Te prometo que me voy a portar bien y no me voy a escapar. Te lo juro.

La miré con el ceño fruncido:

— ¿Te pensás que esto es un campamento de verano de nenes? No, estás muy equivocada. Esto es un secuestro, y me tenés que obedecer. Y no vas a salir de esta casa hasta que paguen por tu rescate. ¿Te queda claro? ¿Es qué acaso nunca has visto las películas americanas en las que alguien es secuestrado?

Ella revoleó los ojos:

— Sí, las he visto. No soy tontita.

— ¿Entonces por qué mierda preguntas cosas tan estúpidas?

— Parecemos una pareja — dijo ella, divertida —. En realidad si buscás algo conmigo no va a poder ser, tengo novio. Se llama Benjamín.

"¿Y pensás que me vas a poner celoso con eso? No, no lo vas a hacer, para masa" pensó mi subconsciente enojándose con esa petisa millonaria y creída. Bueno, millonaria a costa de mi familia, pero en el fondo, era millonaria y tenía que aceptarlo.

— ¿Qué me importa tu novio?

— ¿No querés hacer nada conmigo? Te digo, soy la más popular de la Universidad, todos los chicos se mueren por mí. Y vos, ¿te morís por mí? No digas que no soy linda, porque, obviamente, lo soy. Y sé que lo soy.

Tosí:

— Linda, solo linda. Y creída, y densa.

— Bueno, al menos también para vos soy linda.

— Dios... Callate un poco, por favor.

— ¿Soy molesta?

— Bastante.

— No te quejes, al menos así no te vas a aburrir conmigo. La vas a pasar genial con la densa, con la hija de los padres culpables.

Suspiré de vuelta:

— No hables de ese tema, y no te lo voy a volver a repetir.

— Ya me callo. Pero, bueno, al menos vamos a divertirnos un poco con algo. Hablame de vos, ¿tenés novia? ¿Con cuántas chicas estuviste? ¿Te diste tu primer beso? ¿Sos virgen?

La miré. Y contesté sus preguntas en silencio, tan solo en mi mente: No tengo novia, no estuve con ninguna chica, no me di mi primer beso y soy virgen. 

ESCAPARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora