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Narrador:

Las dos chicas encajaron bien al momento. Se despidieron, y quedaron en verse al día siguiente para ir a hacer unas compras. Y por supuesto, pasado mañana Eugenia les había invitado a cenar a su casa.

Eugenia estaba feliz. Nuevos vecinos, de su país de origen... España la gustaba, pero realmente no era Argentina. Tras la mudanza, había perdido todo: su colegio, sus amigas, su casa... ¡Todo! Y aunque, con el pasar de los años, ya se había acostumbrado a tantas cosas nuevas, seguía necesitando de Argentina.

¡Y sus nuevos vecinos eran la excusa perfecta para volver a tener contacto con gente del país que la vio nacer!

— ¡Mamá! — gritó nada más llegar a casa —. No vas a poder creer lo que ha pasado. Tenemos nuevos vecinos, ¡y de Argentina!

Su madre, Marcela, que en ese momento estaba cocinando, dejó loa utensilios, se dio la vuelta y sonrió:

— Eso es genial. ¿Acaban de mudarse? — la preguntó su madre.

— No, aún no. Lo harán mañana. Tienen la casa patas arriba, hasta que no ordenen un poco no se pueden mudar — dijo Eugenia riendo —. Pero ma, son re jóvenes. Y viven en pareja...

— ¿Y con eso que quieres decirme? ¿Qué te vas a vivir con Nico? — la preguntó su madre negando con la cabeza —. Porque si es eso, la respuesta es "no". Mejor dicho "no, ni hablar, vuelve a preguntármelo cuando cumplas los 25".

— Sabes que llevó con Nico desde que tengo 15 años.

— Sí, lo se Euge, pero de momento son chiquitos. A mí no me importa lo que haga el resto, me importa lo que hace mi hija, ósea, vos.

Eugenia y Nico llevaban saliendo un largo tiempo. Y desde que Eugenia se había mudado a España, eran novios a distancia. No podía quejarse, se veían a menudo porque la empresa de Nico trabajaba bastante en España y solía viajar por trabajo. Y en esos viajes siempre aprovechaba para ver a Euge. La adoraba, había sido su primera novia, su primer amor. Nico también había sido el primer novio y el primer amor de Euge.

Y justo en ese momento, Eugenia se fijó en su hermano pequeño, Bautista. Bautista había sido adoptado hacía ya muchos años por su familia. Pero seguía siendo el mismo niño tímido de siempre. No había conseguido adaptarse. Lo adoptaron ya siendo mayor, venía de una familia algo problemática, pero Bautista les adoraba. Y aunque no había dado problemas a su familia adoptiva, no había conseguido ser un miembro más de la familia porque siempre se mantenía distante.

— Bauti, ¿escuchaste? Tenemos nuevos vecinos, y son de Argentina.

— Sí, escuché — dijo el pequeño mirando a Euge.

— ¿Y no te pone feliz? — le preguntó su hermana mayor con una gran sonrisa en el rostro.

— No, me da igual — dijo él. Y volvió a mirar por la ventana, una ventana que daba al piso de enfrente, justo en el que Lali y Peter estaban deshaciendo y colocando las cajas de la mudanza.

Y en ese momento, después de muchos años, las miradas de Peter y Bauti se cruzaron. Y se reconocieron, aunque ninguno de los dos estaba seguro de que el otro era su hermano. Ese hermano al que había tardado tanto tiempo en ver.

-...-

Narra Peter:

Sentí un frío recorriéndome la espalda. Volví a mirar por la ventana, pero para entonces ya no estaba. Entrelacé mis manos y miré a Lali:

— Creo que estoy delirando.

Lali me miró poniendo cara rara:

— ¿Qué qué?

— Creo que acabo de ver a mi hermano.

Lali levantó una ceja:

— ¿Cómo a tu hermano?

— Creo que mi hermano Bautista está viviendo en casa de los vecinos. ¿Y si fueron ellos los que le adoptaron? Sabemos que se lo llevo una familia, pero de esa familia nadie sabía nada, nadie sabía quiénes eran... — suspiré —. Y creo que acabo de ver a mi hermano por la ventana, y él también me ha visto a mí. Lo he encontrado.

— Peter — Lali dejó la caja sobre el piso y me abrazó rápidamente —. A lo mejor es tu imaginación, no tiene porqué ser tu hermano. Tal vez se parecía, hace mucho que no se ven, tal vez Bauti ha cambiado.

— Tenía sus ojos Lali, era Bauti... — insistí. No sabía si me estaba volviendo loco, pero estaba tan seguro de que era él...

— ¿Quieres que vaya a preguntar? Es el piso de Eugenia, ya nos conocemos. Tal vez me dice que es Bautista Lanzani.

— No, no vayas. Quiero estar 100% seguro, y pese a que ya lo estoy, no quiero hacer el ridículo —suspiré. Podía ser mi hermano, y yo me estaba ilusionando, pero, ¿y si no era él?

— Tranquilo mi amor — me dijo Lali acariciándome la espalda —. Aún no estamos seguros, pero ya vamos a estarlo. Vamos a descubrir si es o no es tu hermano. Calmate, ¿si? Mirá... No hace falta que aguantemos mucho, Euge nos invitó a cenar a su casa pasado mañana, ahí lo averiguamos todo.

— ¿Y si es Bauti? ¿Qué le digo? Le debo una explicación... Mis padres prácticamente lo abandonaron, en un orfanato. No lucharon por la tenencia porque no tenían dinero para ello. No pudieron hacer nada...

— Tranquilo, pase lo que pase, si es Bauti, va a entenderte. ¿Lo querías?

Volví a suspirar:

— No lo quería, lo amaba. Era mi hermano... Mi bebé... Era tan tierno, tan cariñoso... Tan bueno y tan lindo... Lo adoptaron porque desprendía amor y ternura, Lali. Se lo llevaron por eso... Y te juro, que si el que está atrás de las paredes de esa casa, es mi hermano, no voy a dejar de luchar hasta que me den su tenencia. Porque la sangre, debe estar unida. Siempre.

ESCAPARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora