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El día estaba llegando a su fin y tenía unas ganas locas de volver a casa. Después de la bronca con el señor Hidalgo en su despacho, nada más había pasado en todo el día, pero las tareas se había hecho presente.

Al parecer, dentro de un mes, la empresa organizaría una pequeña fiesta para celebrar el aniversario de Comer.tic. Ya iban hacer diez años desde que se fundó la empresa y todo el mundo se encontraba muy animado.

Solo era el segundo día y las noticias ya volaban, todo el mundo en el departamento sabía que era la sobrina del dueño de la empresa, y, para mi sorpresa, no se lo habían tomado tan mal como el señor Hidalgo. Es más, eso influyó para que me encargase yo de la fiesta ya que, según mis compañeros no había otra persona mejor capacitada. Todos querían hacer algo que le ilusionase a mí tío, y como yo era quien mejor le conocía en la empresa la tarea corría por mi cuenta.

Ya era bastante tarde, quería quedarme dos horas más para terminar las tareas que tenía pendientes y así no tener que andar ocupada este fin de semana. Después de que mi primo me avisase de la barbacoa, lo que menos me apetecía era tener deberes pendientes.

El hombre de seguridad me avisó de que cerraría las puertas del edificio y me metió un poco de prisa para que acabase, por suerte finalicé todo antes de tiempo y pude marcharme. Mientras caminaba hacia el ascensor lo único en lo que pensaba era en darme una buena ducha y dormir hasta que Álvaro me fuese a buscar. Era necesario que recargarse las energías para estar a tope mañana.

El ascensor llegó y, cuando estaba dispuesta a entrar, me encontré con la persona que menos me apetecía compartir oxígeno, el señor Hidalgo. Aguante la mala educación que me hubiese gustado tener con él y simplemente subí colocándome a su lado.

-Buenas noches.-Saludé de forma educada.

Correspondió al saludo con un asentamiento de cabeza.

Al ver que él le había dado a la planta del garaje, presioné yo la planta cero para llegar al vestíbulo y marcharme a mí casa andando.

-Si desea, la podría llevar a casa señorita Alonso.

Fruncí el ceño al oír la propuesta de Nataniel y no me preocupé porque notase la sorpresa que decoraba mi rostro.

-¿Se encuentra bien?-Pregunté sin rodeos.

-Perfectamente, simplemente intentaba ser amable.-Contesto molesto el señor Hidalgo.

-Creo que ya es demasiado tarde para eso señor.

Se le notaba que mis palabras le había mal humorado, pero era la pura realidad. Con sus actos de ayer y los de hoy, no pensaba dejar a un lado nuestras diferencias. No solía ser una chica rencorosa, pero en este momento, lo único que me apetecía era mantenerme lejos de él.

-Adiós señor Hidalgo.-Murmuré saliendo del ascensor cuando llegué a mi destino.

No le dio tiempo a despedirse, tampoco sé si tenía la intención, ya que la puerta del ascensor se cerró. Masajeé la frente con mis dedos, estaba agotada, lo único que quería era llegar a casa.

Llegué a la entrada del edifico y ahogué un grito de sorpresa al ver que a fuera estaba lloviendo, no una simple lluvia, una tormenta en toda regla. Siempre salgo con el paraguas, soy muy precavida para estas cosas, ya conocéis el tiempo que hace en Galicia, pero esta mañana como no sabía ni caminar del sueño que tenía, se me ha olvidado, al igual que al medio día se me había olvidado la comida.

No me quedaba otra, tendría que correr hasta el metro para no empaparme, la otra pega era que llevaba los tacones y si ya apenas sé caminar no me quiero ni imaginar el espectáculo que debo dar corriendo.

Tomé el valor que necesitaba y salí del edificio corriendo, joder, corría demasiado lento y para lo que me servía, era mejor que siguiese caminando, así al menos no me rompería un tobillo.

La salvación apareció ante mí cuando un coche se paró a mi lado y pitó. ¿Era mi ángel de la guarda? Por desgracia era el demonio enfundado en un traje del cual prefiero no adivinar el precio.

Fijé la atención en el coche y al instante me arrepentí, era Nataniel. Bajó la ventanilla del coche y se acercó para que pudiese escucharle.

-Suba señorita Alonso, a no ser que quiera enfermar.

El capullo tenía razón, no me quedaba otra si no quería coger una pulmonía. Intenté ser lo más positiva posible y subí al coche. Al instante de que tocase mi culo el asiento del deportivo rojo, que cliché por cierto. Cerré los ojos para notar el calor que desprendía la calefacción.

-Gracias, supongo.-Murmuro con los ojos cerrados.

-No es nada, ¿me indica dónde vive?

Le di el nombre de la calle y mi número para que lo pusiese en el GPS, no tenía ganas de guiarle. Mi casa no está lejos, pero necesitaba cerrar los ojos ya que los párpados me pesaban una tonelada.

Poco me duró el descanso ya que finalmente llevamos a mi casa. La mano del señor Hidalgo sobre mi hombro me despertó avisándome que habíamos llegado.

Abrí los ojos soltando un bostezo sin taparme la boca, la educación ya la dejaría para otro momento. Me froté con la palma de la mano en los ojos, mala idea, y miré por la ventana, la lluvia seguía presente, pero al menos no era tan fuerte como antes. Giré el rostro para ver al señor Hidalgo, encontrándome así con sus penetrantes ojos verdes.

-Gracias por traerme.

-No ha sido nada, que descanse señorita Alonso.

-Lo mismo digo señor Hidalgo.

Salí del coche y caminé hasta el portal de casa, Nataniel no se marchó hasta que me vio entrar por completo al portal. Que caballeroso se había vuelto de repente conmigo.

Al fin llegué a casa y lo primero que hice fue desnudarme, dejando la ropa empapada en la lavadora, y meterme en la ducha. No tenía ni ganas de cenar, solo quería dormir.

Y así fue, me sequé el pelo y colocándome el pijama que se componía de una camiseta de mi hermano y las bragas, me metí entre mis sábanas y me dormí.

Mañana me esperaba un día divertido con la familia y tenía muchas ganas, será bueno verlos después de tanto tiempo. Ellos apenas suben a Galicia y nosotros no bajamos a Madrid ya que no podemos dejar la granja desatendida. Me alegraba estar aquí por fin, mis sueños se cumplirían aunque haya una gran piedra con el nombre de Nataniel Hidalgo con letras doradas.

Forastera [Serie Forastera#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora