Esa misma tarde mis padres tomaban el tren para volver a Galicia. Los iba a echar de menos la verdad, no sabía cuánta falta me hacía volver a comer la comida casera de mi madre hasta que vino esta semana. Tanta comida basura ya cansaba y no sentaba bien al cuerpo. Entre Daniela y yo nos apañábamos, eso era cierto, pero no era suficiente.
Fue duro despedirme de mi hermano, a él siempre era al que más iba a echar de menos. Ya lo hacía y eso que aún le podía ver por la ventana del tren.
Y a mi padre, a él también lo echaría muchísimo de menos. En estos días había hecho más chapuzas en casa que ni la reconocía. Es cierto que él me enseño desde pequeña, pero aún no he podido superar al maestro.
Una vez que el tren arrancó, Nataniel me pasó el brazo por los hombros y me atrajo a él. No iba a llorar por muchas ganas que tuviese, no lo iba hacer. Pero caí, o más bien cayeron unas cuantas lágrimas que me preocupé por limpiar rápidamente.
Salimos de la estación de tren y me propuso ir a tomar algo. Tenía que contarme un par de cosas y no sé si asustarme, alegrarme, o llorar. Sí, me tenía que bajar la regla y estaba muy, pero cuando digo muy, es muy; sensible. Bipolar también me encontraba la verdad.
Nos sentamos en los sillones de una cafetería, la cual por suerte, estaba vacía. Subimos a la planta de arriba y nos sentamos el uno frente al otro. Ambos pedimos un café con leche y unas tortitas para él ya que no le había dado tiempo a desayunar su típico desayuno americano. Este hombre come como un verdadero cerdo, no miento. Y lo mejor de todo es que nunca se sacia. Es igual para el sexo.
Una vez la camarera nos sirvió todo dándonos por fin la intimidad que él necesitaba, comenzamos a hablar. La intriga me salía por los poros de mi piel.
-¿Te acuerdas la historia que te conté de mis padres?-Preguntó mientras se echaba azúcar en el café.
-Sí claro.-Di un pequeño sorbo y rápidamente dejé la taza, estaba demasiado caliente.- No se me olvidaría una cosa así.
Observé con detenimiento a Nataniel, ¿por qué sacaba el tema de sus padres? No tenía ningún sentido, a no ser que les haya pasado algo grave. ¡Como se tenga que marchar del país, me muero!
-Me ha llamado mi madre está mañana, cuando estabas con mi hermana.-Le miré fijamente a los ojos mientras le escuchaba, no me gustaba nada su tono de voz. Le estaba costando contarme la verdad, lo que ocurría. No se atrevió ni a mirarme a la cara.- Quiere que vaya unos días por allí ya que necesitan dinero y así acabar por una vez con todas con la deuda que tienen.
Solté un suspiro liberando toda la tensión que contenía mi cuerpo. Alcé la mano hasta alcanzar la suya y darle suaves caricias y así calmarle. No podía dejarle solo en esto, debía ayudar cuánto me fuese posible.
-¿Cuánto necesitas? Puedo darte la parte que te falte.
Conseguí sacarle una sonrisa de los labios para seguidamente negar con la cabeza sin soltarme la mano. Las caricias ahora eran por su parte.
-Solo quiero pedirte que me acompañes.
Una sensación de gozo se instaló en mi cuerpo. Nataniel quería llevarme a la casa donde se crío, donde vivió como un adolescente. Claro que le iba acompañar, no lo pensaba dejar ir solo. Me hacía ilusión conocer al fin a sus padres y, sobre todo, viajar a América, un lugar el cual se juntaban tantas culturas. Donde poder aprender un montón de cosas.
-Sí, te acompañaré, no voy a dejarte solo.-No oculte la ilusión que me hacía.
Sin poder borrar mi sonrisa de la ilusión que tenía, me puse en pié para ir hasta Nataniel y sentarme en su regazo para poder besarle. Debíamos preparar las cosas para el viaje ya que, nuestra idea sería ir en acción de gracias a la casa de los padres de Nataniel, y en noche buena a Galicia. Noche vieja la pasaríamos en la ciudad con todos los amigos.
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Forastera [Serie Forastera#1]
RomanceGabriela llega a Madrid deseosa de cumplir su sueño, centrada cien por cien en ello. Pero lo que no sabes es que, Nataniel, entrará en escena. ¿La distraíra en su camino? ¿O la ayudará con su apoyo? Una historia de amor que, tal vez, tenga cierto cl...