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El fuerte sonido del timbre hizo que me despertase, no quería salir de la cama, me negaba rotundamente a levantarme. Colé la cabeza bajo la almohada ignorando el sonido del timbre hasta que cesó, perfecto, ya podría dormir tranquilamente. Mentira, ya que el móvil retumbó en toda la habitación.

Soltando un chillido de frustración, me senté en la cama aún con los ojos cerrados, solté un gran bostezo que incluso pudo haber hecho que todo el edificio temblase. Tomé el tiempo necesario para abrir un poco los ojos y ver que quien me llamaba era mi primo Álvaro. Fue entonces cuando todo tomó sentido.

Una corriente de energía hizo que me levantase de un salto y contestase al móvil.

-Ya era hora.-Contestó mi primo molesto.- Llevo una hora llamando a la puerta de tú casa.

-Lo siento Álvaro, estaba durmiendo.

-Pues levántate de la cama y ábreme la maldita puerta.

Genial, ya estaba de mal humor y era lo último que me apetecía ahora, soportar al imbécil de mi primo enfadado.

Salí de la cama y fui hasta la puerta arrastrando los pies, la abrí y frente a mí estaba Álvaro vestido para pasar el día en el campo. Cruzado de brazos me miró de arriba abajo.

-Vamos, ¿a qué esperas para darte una ducha y vestirte?

-Ya voy pesado.-Dije entrando al salón para que Álvaro pudiese pasar y cerrar la puerta a su espalda.- Dame unos minutos y estaré lista.

No contestó, directamente se sentó en el sofá y encendió la tele para entretenerse mientras me esperaba.

Entré en la habitación y cerré la puerta, menos mal que el baño estaba conectado por otra puerta a mi habitación, así podría cambiarme con tranquilidad. La verdad, no soy una chica que suele tardar mucho en arreglarse, básicamente pillo lo primero que veo en el armario y quede conjuntado, sino, a otra cosa mariposa. Para el día de hoy había optado por unos tejanos oscuros con una camiseta básica de color blanco con el cuello en pico. Mis fieles deportivas blancas me acompañarían durante todas estar horas y, para no pasar frío, mi chaqueta de cuero negra. Lista con la ropa, solo quedaba maquillarme un poco.

Como no tenía muchas ganas de esmerarme con el maquillaje, me eché un poco de corrector y sombra negra en forma de air liner y un toque de color en los labios con un granate. No me quise echar mucho labial, solo darle vidilla a mis labios pálidos.

Lista, salí de la habitación con mi bolso pequeño de color negro colgado. Apagué la televisión directamente del botón obteniendo las quejas de mi primo.

-Venga, vámonos, ¿no decías que llegábamos tarde?

-Sí, hasta que estaba viendo El último superviviente.

Rodé los ojos mientras caminaba hacia la entrada.

-Aún no entiendo cómo te puede gustar ese programa lleno de mentiras, es obvio que el hombre recibe algún tipo de ayuda.

-Eso dímelo cuando andes sola por el bosque y tengas que beber tu propia orina.

-¡Eres asqueroso!

Cerré la casa con llave y bajamos a la calle, como siempre, mi primo era muy discreto en cuanto a circulación se trataba, nótese la ironía. El Jeep tuneado hablaba por sí solo. Su obsesión con los coches me estaba empezando a preocupar seriamente.

Nos subimos a su coche y nos pusimos en marcha a la parcela que tenían mis tíos en la sierra de Madrid, hora y media nos esperaba de viaje y yo, pensaba pasarla durmiendo. Hasta que mi primo decidió poner la música a todo trapo y dejarme sorda.

Forastera [Serie Forastera#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora