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En la empresa el lunes no se hablaba de otra cosa que no fuese de la fiesta, había tenido un gran éxito y toda la gente que me reconocía y sabía que la organización había corrido de mi cuenta, me felicitaban aumentando así mi ego. Por otro lado la prensa no solo hablaba de la sofisticación de la fiesta, sino también de cotilleos, como siempre.

Sinceramente, esa parte no me importaba para nada, solo quería saber cómo habían valorado mi trabajo y me quedé satisfecha.

Me incorporé a mi puesto de trabajo esperanzada de encontrarme con mi jefe esa mañana para que me diese una nueva orden. Llamé a la puerta de su despacho y no le encontré, ni a él ni a sus cosas ya que estaba todo vacio. No me dio tiempo a dejar mis cosas en el escritorio cuando me llamó el secretario de mí tío para que me reuniese con él.

Subí a su despacho y, esperanzada de encontrármelo solo, le veo que está con el señor Hidalgo hablando.

Nataniel y yo no hablamos desde el domingo por la mañana cuando se marchó temprano y me dio las gracias por acogerle. No sé por qué tenía el estómago revuelto la verdad, era una tontería.

-Oh, perdón, pensaba que estabas solo, esperaré fuera.-Me disculpé saliendo por la puerta.

-¡No, no! Gabriela queremos hablar los dos contigo.-Habló alarmado mi tío y con prisa.

Fruncí el ceño y entré cerrando la puerta a mis espaldas, colgué el abrigo y el bolso en la percha y me senté en la silla que estaba libre, al lado del señor Hidalgo.

-¿Qué pasa?-Miré los rostros preocupados de ambos hombres.- ¿He hecho algo mal?

-Todo lo contario.-Saltó a mi defensa el señor Hidalgo.- Tú tío y yo tenemos algo que proponerle señorita Alonso.

Miré a mi tío, estaba claro que el señor Hidalgo no era el que quería dar la noticia. Si no había hecho nada malo ¿qué había pasado? Porque parecía gordo.

-Verás...-Soltó un suspiro frotándose la frente.- En la fiesta del sábado encontramos a Pablo, tú jefe, esnifando lo que parecía cocaína en un rincón con su novio.

Me llevé las manos a la boca sin poder evitarlo, ¿qué cojones? Para nada me esperaba esa actitud por su parte, parecía un hombre responsable de lo que hacía en su vida privada y lo que hacía en la laboral. Un poco pirado de la cabeza sí que estaba, pero jamás pude llegar a pensar que era por la droga que se metía al cuerpo.

-No me lo puedo creer.-Murmuré aún sin poder salir de mi asombro.- ¿Y qué pasó?

-Llamamos a la policía y se lo llevaron, no sé desde entonces nada. He tenido que pagar una pasta por el despido, pero ha valido la pena.-Comentó mi tío.- Por eso necesito que nos hagas un favor.

-Claro, lo que sea.-Contesté rápidamente, era mi tío y por él haría cualquier cosa.

Un largo silencio se instauró en la sala poniéndome aún más nerviosa de lo que estaba. Y sobre todo cuando los dos se miraron antes de volver a mirarme.

-Sé que acabas de terminar prácticamente tus estudios, pero necesitamos que te encargues del departamento hasta que encontremos a alguien capaz de y confianza.-Soltó mi tío con preocupación.

No lo voy a negar, la noticia me vino sin esperarla. Sacudí la cabeza intentando quitarme el agobio que me había venido de repente.

-Tío yo no valgo, seguro que hay alguien más válido para el puesto que yo.-Intenté hacerle entrar en razón.

-Lo hemos consultado.-Pasó la palabra al señor Hidalgo.- Incluso lo hemos hablado antes con los empleados, les hemos hecho venir una hora antes para que votasen. Todos han accedido a darte el poder.

Forastera [Serie Forastera#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora