No había pegado ojo en toda la noche, literalmente. Mi cerebro no paraba de recordar el momento tan fogoso que habíamos tenido Nataniel y yo en el sofá de mi casa. Tenía incluso el estómago cerrado. Hoy no me sentía con fuerzas de ir a la oficina y volver a verle, ¡me moriría de la vergüenza!
Sé que ayer, cuando estuvimos hablando en la cena, ultimamos los detalles del supuesto viaje al que iríamos el jueves. El problema era, que no tenía ningunas ganas de ir. A saber lo que podía pasar entre nosotros del jueves hasta el sábado por la mañana que volvíamos a casa.
Y por si fuese poco, llevaba una hora delante del armario ya que, por culpa de mi insomnio, me había levantado dos horas antes. No sabía que ponerme ya que si vestía algo sexy se creería que es para que él y me comería con los ojos. Por otra parte, si me pongo algo de mojigata, pensará que lo de ayer por la noche no los disfruté. Cosa que es mentira ya que sumándole que llevo mucho, muchísimo tiempo sin que un hombre me toque, y que encima él supiera exactamente cómo y dónde tocar, me volvía loca.
No me quedó otra que cerrar los ojos y pillar lo primero que mi mano tocó dentro del armario que, para mi suerte, era un traje, bien, la elección no había salido nada mala.
Después de haberme metido en la ducha y haberme vestido con mi traje de dos piezas de color negro y una blusa blanca, me subí en mis tacones y salí por la puerta abrigada hasta la nariz prácticamente. Si salía antes, no tendría tantas posibilidades de cruzarme con él al llegar.
Caminé por la calle mientras revisaba los mensajes que había recibido al móvil desde tan temprano. Uno era de mi prima que me invitaba a cenar esta noche, mi tío quería hacer una cena familiar. Y espero que con cena familiar se refiera a todos menos el señor Hidalgo.
Iba tan concentrada en contestarla mientras entraba a la oficina que ni me di cuenta de la presencia de una persona a mi lado cuando subí al ascensor.
-Buenos días señorita Alonso.
Mis dedos dejaron de teclear al instante cuando la voz de Nataniel invadió el cubículo. Alcé la mirada y ahí estaba él, a mi derecha, mirando al frente, como si nada hubiera pasado.
-Bu...buenos días señor Hidalgo.-Intenté sonar lo menos nerviosa posible, pero creo que fracasé en el intento.
-Hoy se incorpora pronto a su puesto de trabajo. ¿Puedo saber el motivo de tanta implicación?
Miré al techo del ascensor buscando las palabras adecuadas y no meter la pata.
-Debía revisar unas cosas antes de que los empleados se instalasen en su puesto.
-Es una lástima, la iba a proponer dejar las cosas e ir a la cafetería a desayunar juntos.
El sonido avisando de que había llegado a mi planta era como el sonido de la salvación. Salí del ascensor y le sonreí de una forma amistosa.
-Me temo que tendré que declinar su oferta, hasta luego señor Hidalgo.
-Que tenga una buena mañana señorita Alonso.
Las puertas del ascensor se cerraron y sentí cómo se me quitaba un peso de encima. Solté un suspiro y caminé hacia mi despacho con el sonido de mis tacones invadiendo el espacio.
Nada más entrar a mi despacho encendí el ordenador y recogí mi cabello en una coleta alta para apartarme el pelo de la cara. En verdad no mentía a Nataniel, tenía que hacer un montón de cosas y de asignar trabajo a la gente para que no estuviese tocándose las narices.
Estaba concentrada en lo que estaba haciendo que se me pasó una hora volando y la oficina ya estaba llena, perfecto, debía mandar la tarea a la gente.
ESTÁS LEYENDO
Forastera [Serie Forastera#1]
RomanceGabriela llega a Madrid deseosa de cumplir su sueño, centrada cien por cien en ello. Pero lo que no sabes es que, Nataniel, entrará en escena. ¿La distraíra en su camino? ¿O la ayudará con su apoyo? Una historia de amor que, tal vez, tenga cierto cl...