27.

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Al día siguiente me desperté siendo totalmente un zombi, eso pasa por haber esperado tan tarde a Nataniel despierta. Y, para darle más hierro al asunto, me despierto y él no está en la cama a mi lado.

No sé qué coño le pasaba pero desde que habíamos venido a New York es como si se hubiera convertido en una segunda persona, como si no fuese él. Encontré una absurda nota en la almohada disculpándose por haberse ido y que a la hora de comer estaría en casa.

Ni me molesté en enviarle un mensaje, es más, me levanté como si nada y me arreglé. Si él no quería pasar tiempo conmigo yo tampoco querría estar con él.

Me vestí ese día con unos tejanos de un tono claro y una enorme sudadera rosa que me proporcionaba un calor digno de estufa. No me peiné, directamente me hice un moño y bajé para desayunar. Por suerte en la cocina solo se encontraba la madre de Nataniel.

-Buenos días Tessa.-La saludé con una sonrisa mientras aplastaba mi culo en el taburete.

Tessa dejó un pastel gigantesco en frente de mí y cortó un trozo para servírmelo con una taza de café.

-Hola Gabriela, ¿quieres desayunar?-Preguntó mientras me servía un trozo considerable de pastel.

Asentí con una pequeña sonrisa y corté un pequeño trozo de tarta para llevármelo a la boca. No pude evitar soltar un pequeño gemido de lo rico que estaba. Bebí un sorbo de café y la miré cómo cocinaba. Esta mujer no salía nunca de la cocina. Tal vez ella supiera dónde estaba Nataniel.

-Tessa, una pregunta.-Tragué otro trozo de ese rico pastel de chocolate blanco, por mí me lo comía entero esa delicia.- ¿Sabes dónde está Nataniel? Cuando me he levantado ya no estaba.

Tessa dejó de fregar unos cacharos y se giró para mirarme, eso sí, sin borrar aún su preciosa sonrisa. Ahora sabía de dónde la había heredado Nataniel.

-Ha tenido que salir a atender unos recados en la oficina donde trabaja su padre. A veces le llaman cuando está aquí.

-Oh.-murmuré.- ya veo.

Continué comiendo el pastel en completo silencio, bajo la atenta mirada de la madre de Nataniel. Se sentó frente mía y me tomó de la mano libre, regalándome otra sonrisa digna de dioses.

-Me ha pedido que le llevara la comida a la oficina, ¿por qué no vamos las dos juntas y se la das tú?

¿No vendría a comer? Eso no era lo que me decía en su nota. Joder, estoy harta de esta situación. ¿Tendría que poner más de mi parte para volver a cómo éramos antes? No, yo estaba haciendo todo lo posible, el problema estaba empezando a ser Nataniel con su actitud.

Mañana iba a ser Acción de gracias y espero que no haga otra escapada de las suyas, porque como me deje sola con toda su familia, que no conozco, pensaba castrarle las pelotas.

Asentí, fingiendo una pequeña sonrisa, no quería preocupar a Tessa, suficiente hacia el estúpido de su hijo.

Terminé de desayunar y subí a por mí chaqueta como alma que lleva al viento. Aunque Nataniel estuviera tan raro conmigo necesitaba verle.

Cuando bajé las escaleras ahí me estaba esperando la madre de Nataniel, abrigada con un largo y calentito abrigo de plumas color negro. Ambas salimos cerrando la puerta de casa con llave y caminamos hasta el coche. Tomé asiento en el lado del copiloto y me quité la chaqueta, dentro del coche estaba a gusto.

En cuanto arrancó Tessa no pude evitar quedarme embobada, como siempre, con el paisaje que había tras la ventana del coche. Tantas escenas de series, películas y libros, sobre todos libros, invadían mi cerebro, recreando escenas tan míticas y tan importantes que, en cierto modo, sin que yo fuese totalmente consciente, habían influido en mi vida.

Forastera [Serie Forastera#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora