O N C E

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-¿Victoria? ¿Me estás escuchando?-me estaba llamando Cecilia y por su rostro pude ver que no era la primera vez que intentaba llamar mi atención. Fruncía el ceño y su gesto era de clara confusión.

-Perdón, ¿Qué pasó?-dije tomando un sorbo de café

-A vos, ¿Qué te pasó?-preguntó tomando asiento en mi oficina. Rodé los ojos y bajé mi café.

-¿A qué te referís?-pregunté con cautela

-Veamos-dijo haciéndose la que meditaba-Me llama Lautaro a las cuatro de la mañana preguntándome si estabas bien, porque no le contestabas y no habías vuelto a casa de "nuestra"-hizo énfasis en la palabra-salida. Sabes que no tengo problema en mentir, pero por favor, la próxima avísame-dijo alzando los hombros.

-Está bien, si me llega a pasar, te aviso-dije tomando otro sorbo, sabía que no iba a dejarlo ahí, porque mi respuesta no  contestaba donde había estado.

-Y bien, ¿Dónde estabas?-preguntó sin rodeos, pensé en ser sincera, "un revolcón lo tiene cualquiera" pero una vez más, guarde el secreto.

-Estaba enojada con Lautaro, así que me fui a la casa de mi prima, pero si le decía dónde estaba iba a ir a buscarme, por eso le mentí-dije rogando haber sonado creíble. Al parecer lo logré porque ella asintió con la cabeza.

-¿Sigue con el trabajo hasta cualquier hora?-preguntó.

-Si-fue mi escueta respuesta.

Hablar de Lautaro me hacía doler el estómago, esa mañana cuando volví a las seis entré a hurtadillas directo al baño, me di una ducha y fingiría haberme dormido en el sofá.
<Te extraño. Te necesito> recibí su mensaje apenas llegué a casa, sonreí como una tonta y le respondí
<Y yo a vos, ahora me voy a duchar. Después te hablo.> puse el celular a cargar apagado y me metí a la ducha.

Cuando Lautaro se levantó a las ocho y cuarto, como siempre, me encontró en el sofá, no me llamó, ni me preguntó nada.

Me dejó una nota en la mesa. <No te desperté para no molestar, no sé a qué hora vuelvo, te escribo> lo leí cuando me levanté a las nueve, lo arrugué y con menos culpa de la que tenía al acostarme, me fui al trabajo.

Cuando prendí el teléfono, tenía dos mensajes de Aiden <¿Otra ducha? Jaja>
<¿Podemos vernos hoy?> contesté que sí, necesitaba verlo otra vez, y con Lautaro facilitando las cosas no había inconveniente.

Me dijo que estuviera lista a las cuatro de la tarde en un bar del centro que me pasaba a buscar.

Mi mente no dejaba de reproducir cada palabra, cada gesto, cada momento que había vivido, la noche no dejaba de ser la mejor que había vivido en años, con Lautaro jamás tuve tanta piel, teníamos sexo del más corriente, siempre lo mismo desde que nos pusimos de novios de adolescentes.

Jamás hubo sexo anal, ni demasiado sexo oral, ni experimentamos nada que no fuera lo rudimentario.

Con Aiden el sexo tomaba otro color, otro sabor, cobraba vida propia y me manejaba a su antojo.

No sabía dónde terminaría esto, pero pretendía averiguarlo.

Ponle título a lo prohibido [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora