Capítulo 7

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  -Ebolet, despierta.

    Otro golpe más, este más fuerte que los tres anteriores. Dalila se dedicó a golpear las mejillas de su prima para despertarla mientras absorbía las lágrimas por la nariz. Levantó la mano para atizarle otro.

  -Por favor Ebolet, despierta, escucha mi voz.

  -Como vuelvas a darme otro te cortó la mano.

    Ebolet abrió los ojos y la miró, el sol lo tenía a su espalda, haciendo que su cabello rojo brillara más que nunca, parecía un ángel caído del mismo cielo y se la veía hermosa, solo que, sus ojos estaban rojos, seguramente se había pasado horas llorando e histérica, preocupada por los demás.

  -Ebolet estaba tan preocupada por ti. –Dijo entre sollozos lanzándose al dolorido cuerpo de Ebolet. –Pensé que estarías muerta.

    Ebolet se quejó del apretujado abrazo al que su prima le había sometido y enseguida Dalila se retiró de ella y le pidió perdón. Le ayudó a poder incorporarse para sentarse y se sentó a su lado mientras le retiraba el pelo de la cara.

  -Deberíamos buscar a tu hermano, tienes heridas por todas partes, el debería curarte.

    Dalila despotricaba entre suspiro y suspiro mientras intentaba limpiar con su vestido la sangre de los brazos y rostro de Ebolet, esta, sin embargo se dedicó a observar a su alrededor para averiguar dónde estaban, no pudo ver mucho, estaban en una pequeña explanada muy cerca del bosque, pero no era la misma donde había estado con Catriel. Continúo mirando hasta dar con unos ojos castaños que la miraban fijamente sorprendidos y asustados. Minos se encontraba sentado en el suelo y como intentando huir de algo pero a la vez petrificado como si hubiera visto a un fantasma.

  -¿Cómo habéis conseguido escapar de las Amantrapolas? ¿Alguien más de los que nos acompañaban lo ha conseguido? –Preguntó Ebolet sin quitarle la mirada de encima a Minos.

  -No, vi cómo se llevaban a Jeremiah, traté de ayudarlo pero entonces una rama de esas me cogió del pie y quiso engullirme un árbol, ¡Un árbol! ¿Te lo puedes creer? Yo no, hasta que no vi la boca de ese árbol bien abierta… justo a mis pies. Dioses del Olimpo, pero ¿Qué demonios son esas cosas? Y ¿Por qué entramos en este maldito bosque?

    Dalila comenzaba hablar sin parar, seguía asustada y muy nerviosa, todavía le salían las lágrimas y casi no se le podía entender las últimas palabras que decía.

  -Dalila, céntrate. –Le pidió Ebolet acariciando su mano para tranquilizarla. -¿Cómo habéis conseguido salir de ellas?

    Dalila suspiro varias veces y miró a los ojos de su prima, esa mirada cristalina se clavó en lo más profundo de Ebolet y le sonrió para animarla.

  -kendri cortó la hiedra que me sujetaba el pie antes de que me engullera el árbol, me ayudó a levantarme y entonces esa misma hiedra se lo llevó a él, quise ayudarlo pero Goliet me cogió del brazo y comenzamos a correr desesperados sin rumbo fijo, entonces, varias hiedras se interpusieron en nuestro camino y Goliet cogió su espada y comenzó a luchar, a cortarlas rápidamente pero se multiplicaban, salían de todos lados, no tenía armas para poder ayudarlo tan solo un palo que cogí del suelo para poder defenderme. Pero cuando me volví de nuevo a él una hiedra se lo llevaba y otra venia directa a por mí. –Paró para poder suspirar y continúo con palabras en un sonido triste y apagado. –Minos salió de la nada y me salvó alzándome al vuelo en sus brazos, dejando allí a Goliet, solo, con esos seres y por culpa mía, por salvarme a mí se lo llevaron a él también.

    Ebolet no podía apartar la mirada de Minos, quien comenzaba perturbarla, esa mirada era extraña, parecía que no estuviera allí con ellas, sin embargo, su mirada tan fija en ella le decía que algo extraño estaba pasando por su mente.

El Fecto De La Orquídea BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora