El viaje se estaba convirtiendo en una pesadilla, llevaban dos días con sus nuevos compañeros y había sido horrible, lo había evitado en todo momento, alejándose de él lo máximo posible, pero esa mañana estaba siendo imposible evitarlo y Ebolet no podía más.
Jeremiah encabezaba de nuevo al grupo en una cabalgata rápida, para cuando por fin pararon los caballos estaban agotados por el ritmo al que los habían sometido, ellos también lo estaban y necesitaban un pequeño descanso, no querían detenerse durante mucho tiempo parar continuar cuanto antes, simplemente refrescarse en el manantial de agua fría nacido de la misma montaña que había escondido en uno de los bosques, beber de él y dar de beber a los caballos, llenar las provisiones y continuar. Se acercaban al Reino de Hilecon y tenían que ir previstos de agua, era un reino de tierras muy secas, solo había agua en los pozos del interior del castillo que se encontraba entre picos de montañas rocosas y anaranjadas que los rodeaba, tenía vegetación, pero era muy diferente a los bosques de donde ellos venían, era una zona más seca y desértica, el verde desaparecía cada vez que se acercaban a las proximidades de ese reino.
No tenían intención de entrar dentro del reino para saludar a su rey ya que los retrasaría y alargaría más su camino pasando por parajes por donde no deseaban ni cruzarse, solo lo bordearían sin tocar tierras de Cibolix y no llamar la atención sobre sus guerreros.
Ebolet desde lo alto de una roca observaba el paisaje que la rodeaba, quedaba mucho camino por delante, estaban a un día y medio del Reino de Hilecon y semanas del Reino de las Olas. Estaba siendo un viaje difícil de soportar, sentir a Catriel detrás de ella, su risa, su voz, notaba su presencia aunque no se diera la vuelta, sabía que estaba ahí, con sus hombres. Los nervios la irritaban dejándola en un estado de tensión que hasta el mismo Arnil había dejado de hablarle durante el camino, Kirox sin embargo se reía del comportamiento de ella.
Suspiró dejando entrar el aire cálido y limpio a sus pulmones, el cual se dedicaba a jugar con su fino vestido de seda haciendo que se alzara en ondas blancas dejándose llevar por el viento cálido que la rodeaba. Una sensación extraña la hizo girarse hacia atrás, se sentía observada y vio el porqué.
Catriel fijaba la vista en ella intentando averiguar que había debajo de ese velo negro, solo podía ver las curvas perfectas de su cuerpo que acariciaba el viento con cada soplido, era un enigma, comenzaba a dudar de que el bulo fuera verdad, la había visto montar a caballo tan perfectamente, como una amazona guerrera en plena batalla, hasta montaba mejor que muchos de sus hombres, no había podido quitar la vista de ese cuerpo meneándose al trote del caballo incitándolo y presionando su pecho en una reacción extraña que bajaba por todo su cuerpo y lo obligaba a no apartar la mirada de ella mientras por su mente viajaban imágenes ardorosas que no había podido evitar y que lo estaban irritando con facilidad al salir de un extraño sueño fugaz de su inquietante imaginación.
-¿En qué pensáis?- Jeremiah acababa de sentarse a su lado, apartándole de sus pensamientos y haciendo que se girara hacia él.
-En lo cruel que sois obligando a vuestra hermana en llevar un velo durante todo el viaje, no creí que fuerais capaz de tal artimaña. Cuando el rey Variant vea el rostro de Ebolet os la mandará de vuelta.
-¿Crees que ha sido idea mía? -Le preguntó Jeremiah suspirando, pero tan solo recibió un arqueo de cejas de Catriel. –Variant ordenó que lo llevara puesto hasta que llegáramos, él mismo lo envió junto con sus hombres. Yo nunca le haría eso a mi hermana, es más, estaba en contra de que se lo colocara.
-Vasta. –Lo cortó Catriel. –No es a mí a quien debéis de convencer para que se case con vuestra hermana a base de engaños.
-Eso creéis ¿De verdad nunca habéis visto a mi hermana? ¿Nunca os habéis cruzado con ella cuando habéis venido al Reino de la Luz de visita?
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El Fecto De La Orquídea Blanca
Narrativa StoricaNueve Reinos levantados en una tierra mágica, donde habitan seres extraordinarios con unos dones otorgados por los dioses según sus reinos y la sangre que corre por ellos. Nueve reyes, Nueve dinastías con Nueve vidas a punto de dar comienzo a una nu...