Las gotas del agua que caían de un techo descubierto despertaron a Ebolet, su vista poco a poco se fue acostumbrando a la poca luz de todo aquello que la rodeaba, estaba cautiva, atada de pies y manos en medio de una de las cuevas del Reino de las Gorgonas, solo que esta vez sí que habían salidas a su alrededor, aquellas que por su cautiverio no podía tomar.
Unos grilletes apresaban sus manos al techo, manteniéndola sobre el aire y otros sus pies al suelo, se removió y escuchó el sonido del óxido chocar contra la piedra, el eco le devolvió otro sonido nuevo, el de una bestia que se alzó del suelo y la miró. Un tigre blanco con rayas negras se avecinó hacia ella lentamente, marcando elegantemente cada pata en el suelo, enseñándole a Ebolet la hermosa vestía que era.
Se mantuvo quieta mientras el tigre la olía pero con el corazón y la respiración acelerada, temerosa de que se hubiera convertido en la comida de ese animal. No dijo nada ni asustó al animal, hasta que el tigre alzó el rostro hacia ella y soltó un rugido feroz, enseñándole los dientes, mostrando esas agujas finas afiladas. La princesa no lo soportó más y soltó el mismo grito que la bestia momentos antes había soltado, se remeneó haciendo que las cadenas bailaran violentamente, tiró del amarre de arriba y más agua combinado con arenilla cayó sobre ella.
El tigre la rodó y se colocó detrás, acechadora presa, cobarde por no atacar de frente. Intentó girarse, mirar por encima del hombro pero solo alcanzaba a ver la cola del animal menearse de un lado a otro.
-No deberías amonestar de esa manera a Jael, no te va a comer, solo… te protege.
Esa voz salía de las sombras, de una esquina, Ebolet se mantuvo quieta y atenta al sonido de donde procedía, intentaba ver que escondía la oscuridad, solo podía saber que se trataba de un hombre con la voz grabe, una voz aterradora. El tigre acudió al ocultado pasando por el lado de ella y restregando su lomo por sus piernas.
-Le gustas, no acostumbra a rondar tan cariñosamente a los desconocidos, no…
-¿Quién sois? ¿Porque no os mostráis? –Lo cortó, los nervios por saber quién era el desconocido la traicionaron y el impulso fue demasiado directo.
-Tal vez debería hacerte la misma pregunta ¿Quién eres extranjera?
No contestó, desafió al hombre y por si no hubiese sido suficiente su osadía, lo miró intensamente, aunque realmente no sabía que estaba mirando. El tigre, o Jael, como él lo había llamado, se sentó encima de sus patas traseras cara ella y la miró con la cabeza ladeada, sino fuera por lo grande y peligroso que te hacían creer que era, podía hacerse pasar por un gatito grande con esa carita tan cómica que hacía.
-¿No piensas contestarme, muchacha? -Silencio, más silencio hasta que fue roto por una carcajada del hombre camuflado. –Mis Gorgonas me dijeron que serías una mujer difícil cuando te trajeron, hablaron de ti como una especie de guerrera legendaria, aunque más que guerrera pareces una chiquilla demasiado mimada.
-No me conocéis para tacharme de esa manera.
Valentía, carácter. El desconocido cada vez estaba más fascinado.
-Me sobra con lo que he visto.
-¿Y qué veis?
<<Una presa deliciosa que deseo probar de inmediato>> Pensó Galo mientras observaba a la preciosa mujer que tenía atada delante de él.
Sus guerreras se la habían traído, la habían dejado delante de él como un regalo y con tan solo echar un vistazo a su cuerpo, el deseo por tocarla había ardido en todo su cuerpo. Y su rostro, ese rostro había cautivado el corazón que hacía tiempo permanecía durmiendo, el primer latido se debía a su cabello negro como la noche, el segundo a esos labios carnosos y rosados, apetecibles aun serios. Y el latido más fuerte lo había causado la marca que tenía la muchacha en el rabillo del ojo, una flor en un jardín prohibido.
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El Fecto De La Orquídea Blanca
Historical FictionNueve Reinos levantados en una tierra mágica, donde habitan seres extraordinarios con unos dones otorgados por los dioses según sus reinos y la sangre que corre por ellos. Nueve reyes, Nueve dinastías con Nueve vidas a punto de dar comienzo a una nu...