Lo inevitable no era ver, sino mantenerse quieto y no menarse de la cama improvisada que se había hecho antes de dormir pero sin darse cuenta y sin poder controlarlo era demasiado tarde, sus pies habían comenzado una extraña procesión hacia una fugitiva y su vista acechaba a una presa fácil que no podía dejar escapar.
Su mirada se fijó en el cuerpo de la muchacha que escalaba con gran soltura las rocas, subió fácilmente hasta la última y la más alta. Alzó la vista al cielo y la contempló, era una vista privilegiada, una hermosa mujer luchando contra el apacible viento que azotaba la tela de su vestido enredándose en él y amenazándolo con arrancárselo de un fuerte soplido.
Sus manos se convirtieron en fuertes puños al imaginar tal figura esbelta desnuda ante él, cerró los ojos evitando la ardiente imaginación que le jugaba una mala pasada y sacudió la cabeza olvidando tal ardiente visión pero al abrir los ojos de nuevo su princesa había desaparecido y una apenas visible tela blanca se escondía en el interior de las rocas.
En los labios de Catriel se dibujó una sonrisa de diablo al comprender que su preciosa presa se estaba metiendo en la boca del lobo donde no hallaría escapatoria alguna de él.
-Aunque intentáis escapar, Ebolet, no podréis huir de mí por mucho tiempo.
Acortó la poca distancia que los separaba de dos zancadas y comenzó a subir las rocas por donde Ebolet había trepado. Al llegar a la más alta identificó a la princesa abajo, en una de las separaciones de estas grandes piedras. Su cuerpo se impulsó hacia delante y saltó.
Si alguien le hubiera advertido de lo que sucedía cuando una mujer te miraba con tanta hambre como Ebolet lo estaba haciendo mientras observaba con devoción inspeccionando cada parte de su cuerpo con una mirada tan lenta que había hecho arder a esas zonas de su cuerpo, nunca en su vida hubiese corrido detrás de ella, pero cuando esos ojos lo miraron tan fijamente, un brillo de terror agrandó la pupila del negro intenso de la muchacha. La vio tragar con infinita lentitud y dar un paso atrás atemorizada.
-Tenemos algo de lo que hablar.
La voz áspera de Catriel rebotó en los tímpanos de Ebolet, nerviosa se lamió los labios atrayendo la mirada del guerrero a esa zona como un imán.
-No, vos y yo no tenemos nada de qué hablar.
-O sí, yo creo que sí. –Ladeó la cabeza y fijó otra mirada más intensa en ella. –Que pronto olvidáis vuestra memoria.
-Y ¿Qué debo de recordar?
-Tal vez un intenso baño que terminó con dos personas mojadas, o tal vez la falsa criada que se coló en la estancia de un rey a altas horas del anochecer.
-Ah. –No sabía si había salido en forma de grito o palabra pero ese recuerdo vino a ella como las gotas de lava de un volcán a punto de erupción.
-Veo que ya comenzáis a recordar.
-Este no es el lugar adecuado para tratar ese asunto.
-Para mí sí, no me importa que me oigan y necesito una buena explicación de vuestros actos.
-No veo maldad en ellos. Fue…
-Un tremendo error. –Terminó la frase Catriel con cierta entonación que preocupó a Ebolet.
La cosa se complicaba y su expresión atravesó a la princesa, el guerrero mantenía una mirada oscura y su cuerpo parecía preparado para un ataque. No sabía si su estado era la indignación o un sentimiento distinto, su rostro era una máscara inexpugnable que ella no pudo descifrar y esa incógnita la atemorizó. Su silencio la castigaría pero una súplica tal vez la perdonaría, sabía que había obrado mal, que cometió un acto desvergonzado al intentar engañarlo pero hasta el mínimo pecado merecía el perdón, simplemente cabía esperarlo de ese hombre. o al menos, intentarlo.
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El Fecto De La Orquídea Blanca
Historical FictionNueve Reinos levantados en una tierra mágica, donde habitan seres extraordinarios con unos dones otorgados por los dioses según sus reinos y la sangre que corre por ellos. Nueve reyes, Nueve dinastías con Nueve vidas a punto de dar comienzo a una nu...