El primero en alzar la mirada fue Catriel, su cuerpo se tensó cuando se dio de lleno con la mirada inquisitiva de los indígenas que antes le habían ayudado a escapar y salvar a Ebolet.
Al sentir la tensión de Catriel Ebolet alzó la mirada y vio que los habían rodeado un grupo de indígenas de pieles doradas, cabellos negros cortados de diferentes formas, con trenzas largas de colores, colgando de sus espaldas, hasta llegar a una especie de rabo brillante con una púa al final. Sus cuerpos estaban marcados con dibujos en formas circulares, similares a pequeños soles, con líneas rectas y algún que otro extraño jeroglífico muy antiguo dentro de tales circunferencias.
Lentamente y sin provocar la ira o el descontrol de esa especie, Catriel colocó a Ebolet a su espalda y la cubrió con todo su cuerpo protegiéndola de cada uno de ellos.
Se midió el silencio entre ellos, varios cuerpos relajados contra dos cuerpos tensos, preparados para el ataque, Catriel estaba más que listo y motivado, ya era la segunda vez que lo interrumpían con Ebolet y más que nada, al no tratarse de ninguno de sus hombres esta vez sí que podía desahogar esa inoportuna intromisión.
-¿Quiénes sois? –La pregunta salió de los labios de Catriel de una forma autoritaria. No aplacaba su soberanía del estado de rey y en los momentos más inoportunos.
Y como tal desfachatez o simplemente porque la pareja estaba en desventaja ninguno de los recién llegados habló. Catriel abrió la boca para volver a preguntar de nuevo, pero una joven muchacha de ojos color miel avanzó hacia delante saliéndose del grupo y acalló cualquier comentario de Catriel.
La joven indígena conservó su arco alzado y apuntando al guerrero mientras que con la mirada se dedicaba a observarlo detenidamente. A Catriel le extrañó tal actitud y sin dejar de proteger a la princesa a su espalda avanzó dando un paso, pero su caminó fue detenido por otra flecha que salió disparada de un arco diferente y terminó al lado de la otra. Entonces, y como una señal de advertencia todos los cuerpos se tensaron.
-¡Basta! –Gritó una ronca voz desde las espaldas de todos los indígenas.
Un cuerpo encorvado se fue haciendo hueco entre todos hasta aparecer justo al lado de la muchacha indígena, esta ni lo miró, estaba pendiente de Catriel. El anciano de cabello canoso se incorporó cual recto le permitía su edad y observó a su alrededor con mirada dominante.
-Bajad las armas inmediatamente, estáis apuntando a la cabeza de un rey.
En todos los rostros brilló la sorpresa y con más tranquilidad fueron bajando sus armas, excepto la joven indígena que continuaba precavida de una presa peligrosa. Catriel había dejado hace rato de observar a la atrevida muchacha para fijar su vista en el anciano. El hombre, sin hacer mucho caso de esa escruta mirada alzó la mano y la colocó sobre el hombro de la muchacha, después susurró unas palabras en su idioma y la indígena bajó el arco pero no le quitó la mirada a Catriel de encima.
-¿Me conocéis? –Preguntó Catriel, el anciano lo miró y le dedicó una sonrisa abierta.
-Por supuesto, -Declaró el anciano haciendo que Catriel le prestará plena a tención. –Las hazañas de Catriel de Galinety son un interesante pasatiempo para rememorar antiguas leyendas. –El anciano dio unos pasos más acercándose a la pareja. -Todo el mundo sabe que si quieren saber quién es el señor de los Acantilados de Galinety, deben buscar la marca del poderoso dragón dorado en su espalda. Y vos, mi querido joven arrogante, la tenéis.
-Muy bien, pues ya que la deducción es acertada y sabéis quien soy yo, decirme quienes sois y si mi vida y la de la mujer que me acompaña está en peligro.
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El Fecto De La Orquídea Blanca
Historical FictionNueve Reinos levantados en una tierra mágica, donde habitan seres extraordinarios con unos dones otorgados por los dioses según sus reinos y la sangre que corre por ellos. Nueve reyes, Nueve dinastías con Nueve vidas a punto de dar comienzo a una nu...