En las profundidades oscuras de un laberinto arenoso yacía el cuerpo de Ebolet, se encontraba dormida, reposando su cuerpo en un manto de arena blanca, blanda y aromática. Sus ojos se abrieron lentamente abriéndose paso tras una nube borrosa que cubría su mirada hasta que por fin se acostumbró a la limitada luz que la rodeaba. Se incorporó con la ayuda de sus brazos y miró con suspicacia su cuerpo, pero no había herida visible, solo interna; el costado y un poco la cabeza le dolía pero era un dolor soportable, entonces al ver que no había sufrido ninguna desgracia que le impidiera menearse se alzó totalmente del suelo para comenzar a inspeccionar el lugar donde había caído.
Primero miró al techo, cerrado y sin ningún rastro de Catriel, después miró alrededor, dos salidas y las dos con los mismo diseños. Al fin, guiándose por el camino que habían tomado desde el principio solo que en el piso de arriba se dispuso a continuar por el mismo lugar, hacia dentro de la garganta de esa jaula de muros, pero en vez de jeroglíficos como en los anteriores pasillos en estos solo había piedra cuadrada grande, en un tono blanquecino y con una iluminación inferior a la que antes los había guiado y esta vez, otro contratiempo, estaba sola, en un lugar desconocido, peligroso y a la busca de su guerrero.
Caminó sola, asustada y pegada a la pared, mirando en todo momento a su espalda, el silencio como la soledad la seguía y ese dato era aún peor que un extraño sonido, el miedo penetraba en su cuerpo y verse tan desprotegida, sin un arma con la que defenderse tan solo que con sus propias manos no la ayudó mucho a sentirse mejor.
Respiró con contadas pulsaciones y marcó sus pasos. Ella era una guerrera, ella había matado a tres escorpiones y se había enfrentado con una bandada de Amantrapolas cabreadas, ella podía conseguirlo. Con el ánimo un poco más aventurado tomó una antorcha de la pared y se adentró más en el laberinto.
Los caminos eran todos iguales, idénticos y por muchos tramos con los que se había cruzado había decidido guiarse por su instinto y continuar hacia delante, dobló varias veces y retrocedió al verse en un callejón sin salida, pero no decayó, continuó sin detenerse y sin hacer el más mínimo sonido, hasta que todo comenzó a cambiar de nuevo.
Esta vez se mantuvo en el centro, evitó dos enormes paredes de piedra que se cruzaron por uno de sus lados y un suelo que se vino abajo, cerró los ojos por no ver el incitante precipicio y sintió el viento que hacían esas paredes al moverse con gran rapidez. Cuando todo terminó se atrevió abrirlos y se vio colgando en el aire encima de una larga y estrecha pasarela. Miró hacia abajo y al posar uno de sus pies en la orilla se desprendió varias piedras, se echó hacia atrás de inmediato.
-¡Ebolet!
El grito venia de los cielos y en lo alto, en una pasarela idéntica a la que estaba, se hallaba Catriel llamándola. El corazón le dio un vuelco, estaba tan cerca pero… ¿Cómo podía llegar hasta él?
-No te muevas de ahí, ahora bajaré a por ti.
Pero en el momento que Catriel danzaba sus alas al aire una enorme pared se abrió paso hacia Ebolet, se deslizó por el puente con un sonido espeluznante y a gran velocidad.
La muchacha miró a su guerrero y como esa pared se movía fugaz en su dirección. No le daría tiempo, no la salvaría.
Con espanto Catriel miró como ese muro se escurría por el puente, sus ojos estaban puestos en Ebolet y en la cercanía de la amenaza de ese enorme trozo de piedra, gritó que corriera y la joven muchacha por primera vez obedeció. Ebolet comenzó a correr por la pasarela hacia el otro extremo donde se zambulló por la boca de la gran arcada, y a tiempo, ya que la pared, tapó ese hueco como un baúl bien cerrado. Catriel escondió sus alas y salió corriendo tomando la misma dirección que la princesa, solo que, unos cuantos pisos más arriba.
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El Fecto De La Orquídea Blanca
Historical FictionNueve Reinos levantados en una tierra mágica, donde habitan seres extraordinarios con unos dones otorgados por los dioses según sus reinos y la sangre que corre por ellos. Nueve reyes, Nueve dinastías con Nueve vidas a punto de dar comienzo a una nu...