Capítulo 2

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Todo mi interior se sacudió, asaltado por un encendedor automático

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Todo mi interior se sacudió, asaltado por un encendedor automático.

Jamás había oído aquella voz. Podría haberse tratado de cualquier persona. Un enemigo del gobierno, un humano frustrado, un glimmer empecinado o un millar de otras posibilidades que se extendían frente a mí. Sin embargo, algo dentro de mí lo supo de inmediato. Aun sin conocer al portador de ese tono mecánico y rasposo, lleno de experiencia y secretos, comprendí al instante de qué era miembro su intrincada existencia.

La chispa de excitación e ira se extendió dentro de mí, desencadenando un río de locura por mis venas. Sabía lo que pasaría a continuación. Traté de contenerme, recurriendo a un retazo de cordura, pero no encontré ninguno. Apreté los puños, con fuerza, clavándome las uñas en la piel. Sangre se escurrió entre mis dedos y por el surco que la guiaba hasta mis muñecas. Me puse derecha, con mi espalda como una tabla de madera pulida, y dirigí mi mirada hacia la oscuridad que se extendía más allá del baúl.

Una palabra silenciosa se escabulló por mis labios.

—Murk.

La misma risa de hace unos segundos se alzó entre la niebla escasa, eclipsando con el silencio.

—El amo te ha enviado un regalo, criatura —habló su dueño—. Tu deber es aceptarlo, como muestra de gratitud y sumisión, y ponerte a merced de sus deseos. De lo contrario, tú y tu familia serán castigados con el poder de la eterna oscuridad. No hay salvación para aquellos que no quieren ser redimidos.

Quieta, moví mis ojos a través de la calle. Las sombras de los árboles, los autos estacionados y los pilares crearon una proyección negruzca delante de mí. Busqué una imperfección en aquellas normalizada estructura, con una mirada felina, y hallé una pequeña sombra que nacía más allá de la del árbol frente a la calle. Fruncí el ceño.

—Vamos, criatura —repitió la voz—. ¡Contempla el arte de tu dueño!

Doblando un poco las rodillas, hice presión sobre la punta de mis pies y me lancé a correr en dirección al árbol. El viento frío me agitó el cabello, despejándome la cara. Oí el crujido de unas ramas partiéndose debajo de mis botas, el silbido del viento al pasar junto a mi oído y la risa siniestra de aquella bestia. Apreté los puños a los costados de mi cuerpo, concentrando toda mi fuerza en la zona de mi antebrazo, y atravesé la calle de un salto. Echando el codo hacia atrás, dirigí mi puño directo contra la sombra.

Pero fallé. El hombre saltó hacia atrás, esquivando mi ataque en el momento perfecto, y mi mano se fue contra el piso. La acera se trizó bajo mis dedos; mis nudillos comenzaron a sangrar.

—¡Boom! —exclamó el extraño, divertido—. ¡Ahora mi turno!

Alcé la cabeza y miré al dueño de la voz, sosteniéndome con mis manos. Una farola encendida le iluminó el cuerpo y dejó a la vista su rostro deforme. En cuanto lo vi, me estremecí por dentro. Me dije a mí misma que no podía ser real, que nadie podía tener la piel así. Pero sí, era real.

Celeste [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora