Capítulo 20

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«Zad».

Ese era el verdadero nombre de Nate.

«Nate», en realidad, era su mejor amigo, Nathaniel. Nathaniel se había arrebatado la vida a sí mismo para que Zad quedara como un héroe ante los ojos de los glimmer. Luego, Zad había adoptado ese nombre, «Nate», para obtener justicia.

Di un paso atrás, soltando el cuerpo de Nate, y me llevé la mano al collar de mi cuello. Sentía que mi cabeza seguía dando vueltas en medio de la nada. No podía creer lo que acababa de ver. El pasado de Nate era dolor y destrucción. Una pesadilla, y un infierno.

Primero, había perdido a sus padres por culpa de SCIENTIA. Después, había perdido a Vashyah por culpa de SCIENTIA. Y, por último, había perdido a su mejor amigo, Nathaniel, por culpa de los glimmer.

La daga que Nate guardaba en el armario era la daga que su amigo se había clavado a sí mismo para arrebatarse la vida. El muñeco de trapo era el recuerdo constante de Vashyah. Su nombre, era el nombre que le había arrebatado al amigo que había perdido. Su lucha, una constante venganza.

Él lo había perdido todo, y los únicos culpables eran los glimmer.

—¿Celeste?

Miré al frente, desorientada, y me encontré con la mirada confundida de Nate. Se sentó con prisa, adormilado, y se pasó las manos por los ojos.

—¿De verdad eres tú? —preguntó.

—Sí, soy yo —respondí—. Te estaba buscando.

—¿No es un sueño?

—No.

Nate se llevó la mano a la boca y emitió un pequeño bostezo.

—¿Entonces por qué estás sangrando?

—Yo... —Miré la sangre de mi cuerpo, la misma que habían expulsado los murk que había asesinado—. Tuve un pequeño problema con algunos de tus hombres, pero ya lo solucioné.

—¿Ellos te hirieron, gatito?

—Algo así.

Nate se puso de pie y buscó a su gato con la mirada. Cuando lo encontró, esbozó una diminuta sonrisa. Había algo extraño en él..., o algo extraño en mí. Lo odiaba. Lo detestaba. Lo despreciaba. Pero había algo, algo muy dentro de mi alma, que lo compadecía.

Había algo que quería agarrar al pequeño Zad y estrecharlo entre mis brazos. Pero Nate ya no era Zad, había cambiado.

—Voy a matarlos —dijo, de pronto, sin mirarme—. Voy a matarlos por hacerte daño. Dime quienes eran y qué fue lo que te hicieron.

—Ellos ya no están... con vida —expliqué—. Yo los maté.

Nate alzó la mirada, con sorpresa, y luego estrechó los ojos.

Celeste [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora