Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer, hasta que Silas me elevó de la tierra y mis pies colgaron en medio el aire. De frente a su pecho, perpleja, lo oà susurrar:
—Nunc scio quid sit amor.
Parpadeé desesperada, y traté de apartarlo de mÃ. En medio de la confusión y el rugido del viento, en todo lo que pude pensar fue en Reece y en mi madre. Porque una parte de mà sabÃa que si permitÃa que Silas me llevara, todas mis posibilidades de averiguar el paradero de mi madre se verÃan reducidas a nada. Incluso Reece, que podrÃa haber venido conmigo en algún momento, me detestarÃa. ¿Estaba preparada para perderlos a los dos? No, no lo estaba.
Alcé la mirada y observé el mentón de Silas, la palidez de su piel, la blancura de su cabello, la perfección de su cuello. Tragué saliva, adquiriendo valor, y me relamà los labios.
—Silas, suéltame —le ordené.
Sus ojos, dos argollas plateadas del color de la luna llena, se posaron sobre mà y amenazaron mi determinación.
—¿Princesa?
Abrà la boca, para repetir mis palabras, pero miré sus ojos, entrecerrados e intensos, y no pude hacerlo. Una fuerza externa selló mis labios y me lo impidió. Silas frunció el ceño y agitó sus alas para alzarnos todavÃa más en medio del aire.
—¿Princesa? —repitió.
—Suél... —traté de decir, pero entonces algo tiró de mi cuerpo y me separó de Silas.
Agité mis brazos y mis piernas, volando del cielo a la tierra, con un nudo doloroso en el estómago, hasta ser atrapada por dos manos que me rodearon la cintura y luego me pusieron otra vez sobre el piso.
Reece.
Extrajo las espadas cortas que estaban en su espalda, sin mirarme, y me cubrió con su cuerpo como si tratara de protegerme.
El viento antinatural se habÃa detenido en la selva, pero habÃa sido reemplazado por llamas de fuego y escombros que iban y venÃan de un lado a otro como bombas mortales. La situación era un caos. Reece juntó sus piernas, enderezándose, y suspiró.
—Por favor, mi amor, quédate atrás —dijo—. Voy a cubrirte.
Me encogà detrás de su cuerpo.
—¿Reece?
Él volteó el rostro y me sonrió.
—Te amo, muñeca.
Iba a responderle, pero Reece no me dio tiempo para hacerlo. Avanzó veloz, dejándome anonadada, y utilizó sus espadas para bloquear las flechas que alguien externo a nuestro grupo habÃa comenzado a disparar en nuestra dirección. Las detuvo con sus espadas como si los proyectiles avanzaran a cámara lenta. Ni siquiera recurrió a la telequinesia, sólo a su capacidad fÃsica. ParecÃa estar guardando su energÃa para otra ocasión.
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Celeste [#2]
FantasySegundo libro de la trilogía Celeste. *Maravillosa portada hecha por @Megan_Rhs*