—¿Cómo saliste?
—Ah, fue simple —respondí, encogiéndome de hombros—. Regresé por la misma ventana que entré, abriendo los seguros interiores, y utilicé una habilidad llamada «Creación simple» para atar una cuerda a la visagra y bajar hasta abajo por ella. Luego sólo la hice desaparecer.
—Corriste demasiados riesgos —insistió Owen—. ¿Qué hubiese pasado si hubieran habido cámaras en las oficinas? ¿Y si te hubieses quedado atrapada en el último piso?
Con la memoria entre mis dedos, di un paso hacia atrás y apoyé la espalda sobre el tronco del árbol que nos había ocultado todo el momento.
—No hay cámaras en las oficinas, Owen, sólo en los pasillos —respondí—. Y si me hubiese quedado atrapada, habría roto las paredes. Estoy segura que el último piso tiene alguna clase de refuerzo que impide que las cosas lo traspasen, pero creo que habría podido destrozarlo.
—Si te hubiese pasado algo, yo... —Owen se llevó las manos a los ojos—. Cada vez que dejaba de oír tu mente sentía que mi corazón se detenía... No podía respirar.
De pie frente a Owen, sentí que la culpabilidad se apoderaba de mi cuerpo una vez más. Estaba tan empeñada en conseguir información, que había olvidado la preocupación que estaba generando en Owen. Lo que menos quería era que alguien saliera lastimado por mi culpa, por eso había dejado a Owen atrás, pero de todos modos lo había dañado. No de forma física y directa, pero había herido su mente, su alma.
De su cuerpo diminuto y delgaducho parecían emanar oleadas de tristeza. Me aparté del tronco del árbol, guardándome la tarjeta de memoria en el bolsillo de la sudadera, y me acerqué a él. Le puse una mano en el cabello, allí donde los mechones rubios de su cabeza formaban un remolino. Owen se quitó las manos de los ojos y alzó el rostro; estaba llorando. Era la clase de llanto que sale desde lo más profundo de tu ser, silencioso y desesperado. Una cascada de agonía.
—Lo lamento —dije—. No quise preocuparte.
Él me miró desde varios centímetros más arriba, con los ojos estrechados. ¿En qué momento había alcanzado aquella altura? Estaba acostumbrada a asociar a Owen con las cosas pequeñas, frágiles y delicadas. Saber que de un momento a otro había crecido tanto me desorientó.
—¿Puedo abrazarte? —preguntó con un hilo de voz.
Asentí.
—Claro que puedes.
Owen extendió sus brazos y me rodeó el cuello, apretándome contra su cuerpo. Su mejilla se aplastó contra mi pómulo y mi cabello. Tenía la piel fría, como un bloque de hielo. Sus manos se enterraron entre mis omóplatos y su nariz absorbió una gran cantidad de oxígeno. Era un abrazo anhelante, lleno de angustia y frustración. Traté de devolvérselo lo mejor que pude, apretándolo con fuerza, pero presentí que no fue suficiente.
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Celeste [#2]
FantasiSegundo libro de la trilogía Celeste. *Maravillosa portada hecha por @Megan_Rhs*