—Tenemos que irnos —susurré.
Moe fue tajante.
—Sí. —Corrió hacia un mueble y abrió un pequeño cajón para extraer una jeringa del interior—. Júntense, rápido.
Cojeé hasta donde se encontraba Kum y me agarré de su brazo para sostener mi peso. Él me miró, preocupado, y me rodeó para cubrirme con su cuerpo. No supe de qué me estaba protegiendo, hasta que vi que la puerta se había abierto y que habían entrado tres murk armados junto a Zora. Él, o ella, tenía su flamante cabello rojizo suelto detrás de su espalda. Parecía una heroína legendaria. Portaba una daga en la mano y nos observaba con el ceño fruncido.
—¿Dónde está Nate? —interrogó con brusquedad—. Te vi salir de la prisión. ¿Qué hiciste con él?
—Deberías ir a verlo con tus propios ojos —respondí con una sonrisa—. Te equivocaste de dirección.
Zora arrugó el entrecejo y lanzó el arma contra mi cuerpo. Mi vista todavía estaba fallando, por lo tanto, no pude detener el arma a tiempo. Kum, sin embargo, la apartó con su mano como si se tratara de un pequeño fósforo de madera.
—¿Qué le hiciste a Nate? —preguntó la pelirroja con insistencia.
—¡Ve y averígualo! —exclamé—. ¿No deberías estar buscándolo?
—Tengo clara mis prioridades —replicó—. Y una de ellas es impedir que te vayas.
—Lo siento, pero eso no será posible —interfirió Moe, avanzando para ponerse entre nosotras—. La niña está a mi cuidado ahora. No permitiré que te acerques a ella.
Zora se metió la mano en el bolsillo y extrajo una bola metálica parpadeante.
—Apártate, Moe —exigió—. Nate todavía puede perdonarte la vida.
—Sí, pero yo no —dijo el rubio con convicción—. Yo no puedo perdonarlos a ustedes.
Zora apretó la mandíbula y posó sus ojos verdes sobre mí. En cuanto hicimos contacto visual, algo dentro de mi pecho se encogió. Recordé su juramento manchado de lágrimas, su cariño, su compasión, y quise recriminarle todo su engaño. Quise gritarle en la cara lo mucho que me dolía, explicarle que había creído en ella y que me había traicionado, hacerle saber que de verdad quería ayudarla. Pero no lo hice.
—Celeste, todavía estás a tiempo de arrepentirte —articuló ella con seguridad—. Ven conmigo y todo esto quedará atrás. Le perdonaremos la vida a tus amigos. Tendrás de vuelta tu habitación.
Negué con la cabeza.
—No creo en ti —contesté—. No confío en ti.
Un atisbo de sorpresa y terror pasó por su mirada, pero Zora lo apartó de inmediato. Frunció el ceño y dio un paso al frente, con la bola empuñada en su mano.
ESTÁS LEYENDO
Celeste [#2]
FantasySegundo libro de la trilogía Celeste. *Maravillosa portada hecha por @Megan_Rhs*