Capítulo 26

4K 478 474
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me rodeé las piernas con los brazos y miré el pasillo fuera de la celda, esperando que Zora apareciera.

Habían pasado cinco largas semanas desde que Nate se llevó a Reece. Había comenzado a contabilizar las raciones de comidas que aparecían en la prisión, y la acción había dado un buen resultado. Llevaba treinta y seis raciones encerrada en las mazmorras de Abismo. Si suponía que me llevaban una comida diaria, tenía treinta y seis días de encierro.

Los últimos días habían sido críticos. Moe fue a visitarme para informarme que las llaves de mi celda no estaban por ninguna parte. Antes de eso, probó al menos diez manojos que encontró en la sala de los guardias, pero ninguno funcionó. Traté de no traspasarle la frustración que sentía y busqué ser optimista. Dejamos de lado la idea de buscar las llaves y pensamos en el resto del plan.

Moe se acercó a Agustín y, de alguna manera, logró convencerlo de ayudarnos. No sólo se consiguió el suero que contenía la habilidad de Nate, sino también anuladores de poderes y regeneradores de salud que me sirvieron para mantenerme consciente a lo largo de esas cinco semanas. Todavía no podía usar mis habilidades, pero mis heridas se habían cerrado un poco y mi cabello había crecido cinco centímetros.

La siguiente parte del plan era más difícil. Necesitábamos mis llaves y, aunque Moe no había podido hallarlas en los dormitorios, seguía quedando un lugar sin rastrear: Nate. Moe tenía que lograr que Zora visitara mi celda. Yo fingiría estar herida y, por supuesto, ella correría para informarle a Nate. Si tenía suerte, y las cosas salían bien, Nate entraría a mi prisión. Entonces, en ese momento, yo haría mi jugada maestra.

Sabía que el plan tenía muchas probabilidades de fallar, pero la esperanza que aún titilaba en mi pecho era hipnotizadora. Quería salir de allí con todas mis ganas. Había tratado de pensar en todo, en cada detalle, y esperaba no estar olvidando nada.

En el momento en que Zora apareciera en las mazmorras, Moe estaría reuniendo todo lo que nos llevaríamos y me esperaría en el punto que acordamos. Lo siguiente era culminante: Le ganaba a Nate o el me ganaba a mí. No había un punto intermedio.

Doblé mis rodillas y tanteé el bolsillo de mi chaqueta para verificar que la daga y la jeringa que me entregó Moe siguieran allí. Mis dedos tocaron el metal frío y mi nariz inhaló profundo. Yo podía, me dije a mí misma. Yo podía hacerlo. No obstante, cuando escuché los pasos que se asomaron por el pasillo, no estuve tan segura.

Temblando, pasé la daga por la piel de mi cuello y me recosté en el piso con los brazos sobre mi cabeza. Cerré los ojos, entreabrí mis labios y detuve mi respiración. Permanecí quieta sintiendo cómo la sangre de mi garganta se deslizaba fuera de mi cuerpo y mis pulmones ardían por la falta de oxígeno. La baba que se impregnaba en las mazmorras goteó y cayó dentro de mi boca en el momento menos oportuno. Quise toser y escupir, pero reprimí esos impulsos.

Celeste [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora