Apague el computador al borde de un colapso nervioso y fui hasta mi habitación en busca de mi móvil. Al tomarlo noté la absurda cantidad de llamadas perdidas por parte de Lauren, Normani y un número desconocido. Pasé de ello.
Busque en mi registro de llamadas el número que necesitaba y pulse el botón de llamar. Ella no tardó en contestar.
-¿Kaki? ¿Sabes la hora que es?- me preguntó con la voz adormilada.
-Necesito de tu ayuda Sofí.- supliqué con el nudo en la garganta.
-¿Estas bien?- preguntó preocupada.
-No.- fue todo lo que respondí antes de empezar a llorar.
-Kaki, ¿qué sucede?- su tierna voz sonaba frágil y mis ganas de parar de llorar desaparecieron.
-Sofí, ¿Qué pasó conmigo?- pregunté entre sollozos.
-¿De qué hablas?-
-¿Por qué no puedo recordar?-
-Kaki…-
-Tu no, Sofí. Por favor tú no me mientas…-
-Si papá se entera de que te lo dije… terminaré mi vida en este internado.- dijo con tristeza.
-Eso no pasará, te lo prometo.-
-Tú no escuchaste sus amenazas. ¡No sabes de lo que es capaz!-
-Necesito saber que sucedió, Sofí.-
-No puedo hacerlo.- dijo y mis lágrimas volvieron a caer.- No recuerdo mucho.-
Recordé la fecha de la demanda. Un año atrás.
-Dime lo que recuerdas.-
-Te recuerdo a ti en una cama de hospital.- dijo con tristeza.- Mamá estaba llorando, papá hablaba mucho por teléfono, Ally, Dinah y Mani estaban muy tristes y Lauren no se apartaba de ti.-
-¿Qué?- pregunté con un susurro y con un dolor increíble en el pecho.
-Kaki… no puedo decirte más.-
-¿Yo conocía a Lauren?-
Ella permaneció en silencio unos minutos que parecieron eternos antes de responder.
-La amabas.-
Tapé mi boca con una mano impidiendo que ella escuche mi llanto.
-No puedo decirte más, Kaki.- escuchaba como su voz se cortaba al hablar. Ella también lloraba.- Hay un álbum de fotos en mi escondite de golosinas ¿lo recuerdas?- asentí aunque ella no pudo verlo.- Fue lo único que pude rescatar antes de que mamá lo quemara todo.-
-Sofí…-
-Siento no habértelo dicho antes y siento no poder decírtelo ahora. Te amo, Kaki.-
No pude responder pues ella había terminado la llamada.
Apreté el móvil con todas mis fuerzas y lo lancé contra la pared, viendo cómo se destruía en miles de pedazos.
El llanto era imparable y en la soledad de esta enorme casa me sentí increíblemente pequeña.
Como pude caminé a la habitación de Sofí. Nunca antes había notado cuan vacía se sentía.
Al fondo de su armario, tenía una pequeña caja con un candado de combinación. Mamá jamás supo lo que escondía en él pero yo sí, aun cuando nunca vi en su interior. Su mesada la gastaba en una infinidad de golosinas que comíamos cuando mirábamos una película o cuando escuchábamos música en su cuarto.
