Revisé el cronograma de mis padres en mi IPod. Ellos tan considerados me enviaban cada mes su agenda de trabajo. No sabía si sentirme importante por tenerme en cuenta o estúpida por ser tratada como a una de sus secretarias.
Su vuelo desde Boston llegaría a las 11 pm.
Tiempo suficiente para escaparme sin que ellos lo sepan.
Era un buen plan, solo necesitaba esperar a que los empleados de la casa se marchen a las 4:00 pm y no tendría testigos de mi huida.
Cuando el reloj marcaba las 5:30 pm y la casa estaba envuelta en un sepulcral silencio, me coloqué una chaqueta y tomé las llaves antes de salir por lo que necesitaba.
Minutos después me encontraba junto a mi polvoriento auto en el garaje. Lo miré con cierta inseguridad, antes de armarme de valor para subir en él.
Era tan extraño volver a conducir, hace demasiado tiempo que no lo hacía. Mis padres me pidieron que no lo hiciera, según ellos no era “bien visto” que una chica de élite manejara y más cuando teníamos un chofer en la familia; y Normani se encargaba de mi para ir a todos lado, según ella me evitaba “el estrés de la cuidad” decía que el tráfico de Miami era insoportable.
Pero me acostumbre a su idea de evitar conducir.
Me acostumbre como me acostumbraba a todas sus exigencias.
Conduje con mucho cuidado e ingresé en el pequeño parqueadero de la cafetería para ver como Lauren bajaba de su auto para ir a mi encuentro.
-No sabía que conducías.- comentó cuando baje, cerrando la puerta tras mi espalda.
-No sabía que así acostumbras a saludar.-
-Solo cuando llegan a sorprenderme.- dijo con una pequeña sonrisa. –No iremos en dos autos y definitivamente no dejaremos tu auto aquí a riesgo de que lo roben.- comentó mientras se acercaba a mí.- Dame las llaves.-
-¿Qué?- pregunté con una risa sarcástica.- ¿Crees que te daré mi auto así sin más?-
-Si.- respondió segura.
Yo volví a reírme en su cara.
Cinco minutos después yo estaba en el asiento del copiloto mirando hacia mi ventana con los brazos cruzados y un puchero en mis labios.
-Debes dejar de hacer eso.-dijo ella sin dejar de mirar el camino.- Luces increíblemente adorable cuando haces un berrinche.- sonrió. Yo la miré a punto de asesinarla.
-¿Dónde vamos?-
-Es una sorpresa.-
-Odio las sorpresas y para ser sincera, las tuyas siempre dan algo de miedo.-
-¿Confías en mí?- preguntó ella conectando nuestras miradas.
No respondí a su pregunta pero estaba segura de que ella vio su respuesta en mis ojos.
Manejó algunos kilómetros más y sin necesidad de ver, sabía a donde se dirigía. El olor a sal la delató.
-¿Qué hacemos en la playa?-
-Es una sorpresa.- respondió estacionando el auto y bajando con rapidez para abrir la puerta de mi lado.
-Gracias.- respondí a su acción para empezar a caminar.
-Espera.- me detuvo tomando de mi mano. –Es una sorpresa.- repitió y acto seguido se posesionó tras mi cuerpo para tapar mis ojos con sus manos.
Suspiré al sentir su cuerpo tan cerca del mío.
-¿Cuál es el objetivo de esto?- me obligué a pensar.- Esta anocheciendo, aun sin tus manos en mis ojos resulta difícil mirar más allá de cinco metros de distancia.-