Los aullidos se acercan

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Cuando llegaron a la ciudad de Múnich, parecería como si todo estuviera normal. Como si las calles y las personas fueran ajenos a las tragedias que habían sucedido ese día.

Alba no había pronunciado palabra después de la conversación que tuvo con Edahí. Su pecho le dolía y le costaba trabajo respirar. Además del aire frío que soplaba, el cual no ayudaba mucho.

Violeta igual iba temblando un poco. Edahí y ella habían dejado sus mochilas en el tren, al igual que Dante. Alba era la única que llevaba una pequeña mochila, pero no traía nada con que abrigarse.

Entonces vio cómo Edahí encendió su mano y la apagó en la piel de Violeta, lo cual hizo a Alba dar un brinco, pero Violeta soltó un suspiro. Cuando Edahí quitó la mano del brazo de Violeta no había ninguna marca, ningún rastro de que su hermano le había prendido una mano hirviendo sobre la piel.

Alba temblaba de frío, y dudaba que funcionara lo mismo con ella. Ellos tenían sangre de dragón, sus venas eran de fuego, las de ella eran normales. La verdad no sabía ya nada de quién era.

-Toma- le dio Dante su chaleco que llevaba puesto. - No queremos que te enfermes.

-Lo necesitas más que yo Dante- dijo alba apenas en un susurro.

-Ya estoy bien- mintió Dante.

-Solo si nos la turnamos- dijo Alba aceptando el chaleco.

"Trato" dijo Dante sonriendo.

-Debemos buscar dónde pasar la noche, mañana seguiremos con el camino. Necesitamos descansar.

Caminaron hacia un hostal y entraron, cuidando que nadie viniera detrás de ellos.

Alba volvió a utilizar su control mental para conseguir dos habitaciones y subieron a las habitaciones.

Dante y Alba se quedaron en una, mientras que Edahí y Violeta tomaron al otra. Lo primero que hizo Edahí fue darse una ducha. Todavía tenía la sangre seca de la pelea con el vampiro y sus heridas seguían sin curarse.

Los recuerdos de lo sucedido en los últimos días lo golpearon de tal modo que casi se quedó sin respiración. Se permitió derramar lágrimas por todo lo que había vivido, por su mamá, por su familia, por Alba. Alba seguía metida en un trance desde que dejaron el tren y no soportaba verla así, ya ni siquiera se preocupaba por esconder sus ojos rojos, estaba ida y lo odiaba. Y Edahí odiaba que lo odiara.

Alba y Dante se recostaron inmediatamente, Dante sentía que ya no podría dar otro paso más, así que en cuanto se recostó se quedó dormido. Todavía tenía el cuerpo adolorido y le dolía la mordida. En cambio, Alba no pudo conciliar el sueño. Los recuerdos la atormentaban cada que cerraba los ojos.

Lloró en silencio en su cama, no podía olvidar lo que Edahí había hecho. Había dejado a su mamá. Aunque era cierto que ella se los pidió, pudieron haber hecho algo para salvarla. Lo que fuera.

A la mañana siguiente todos bajaron temprano para seguir con su camino, Dante consiguió un bastón en una tienda del centro de la ciudad y habían conseguido chamarras.

Nadie dijo nada en el camino, el silencio se sentía pesado con cada paso que daban. Iban hacia la estación por callejones cuando Dante y Edahí se pararon en seco.

Violeta y alba chocaron detrás de ellos, ya que cada una venia metida en sus pensamientos. Frente a ellos estaban tres chicos, como entre 25 y 30 años. Parecían normales, pero si veías sus manos podías ver sus garras. Tenían colmillos y nos grandes dientes. Sus ojos tenían el iris tan grande que parecían ojos de bestias, no de humanos.

-Vaya, vaya- dijo el más alto. - Pero si son Edahí y Violeta Apraiz- dijo burlón.

-Y miren nada más, tenemos a los engendros que se hacen llamar brujos- enseñó sus colmillos.

Dante instintivamente puso a Alba detrás de él, sabía que no sería fácil deshacerse de ellos.

- ¿Qué quieres Hund? - dijo Edahí- de seguro los Shkop los mandaron como sus fieles perros a cazarnos.

-Edahí- susurró Violeta como advertencia. No debía de hacerlos enojar.

En menos de un segundo al que Edahí se había dirigido como Hund estaba sobre él, inmediatamente soltó la mordida hacia su cuello, pero Edahí fue más rápido y lo esquivó.

Los otros dos se abalanzaron contra Dante, el cual los esquivó lo más rápido que pudo. Violeta fue a ayudare a su hermano y Alba le ayudó a Dante con el otro lobo.

"No dejes que te muerda" dijo Dante en los pensamientos de Alba.

El lobo rasguñó a Alba y la mandó al suelo, arremetió contra ella y Alba sólo vio sus ojos color rojo reflejados en los color amarillo del chico que iba contra su cuello.


SANGRE DE BRUJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora